viernes, 27 de junio de 2008

Te propongo un juego


(Para Espe)

Como todas las tardes, Elena salió del trabajo justo a las 15:30, cansada tras una dura jornada, y deseando llegar a su casa para sentarse a comer algo ligerito y descansar un ratito, sin embargo, ese Miércoles, normal y corriente, como cualquier Miércoles, cuando giró la llave en el contacto, supo que sería un día especial.

Había imaginado miles de veces la situación, pero nunca se había atrevido a llevarla a cabo. Hoy, por alguna razón, sabía que lo haría, y se dispuso a conducir hasta su casa, hasta la casa de él.

A pesar de que ya habían vivido varios encuentros, se respetaban profundamente, y se negaban las sorpresas, por la poca fuerza de su compromiso, por la libertad que ambos sentían para hacer y deshacer a su entojo, por que sorprender al otro parecía un "atentado contra su intimidad".

Tardó horas en llegar a la puerta de casa de Carlos, y todo el camino estuvo pensando si hacía bien o mal, pero el deseo que sentía era más inteso que todas las razones que le dictaba su cabeza para dar la vuelta y seguir hasta su casa. Además, esa misma mañana, sin saber todavía lo que iba a hacer, se había arreglado más de lo normal, se había maquillado con más mimo, se había puesto la mejor de sus colonias, se había calzado los zapatos más bonitos que tenía, y se había puesto el último vestido que había comprado.

Aparcó el coche lejos de su destino y esperó a que dieran las 9 de la noche, escondida tomando una cerveza en un bar cercano. Desde allí, le vió entrar en casa.

Carlos acababa de llegar a casa después de una dura jornada de trabajo, estaba cansado, así que cenaría poco y vería un ratito la tele. Se quitó los zapatos, fue al lavabo y se dirigió hacia la cocina. Justo en ese preciso momento sonó el teléfono.

- Hola, - dijo - ¿cómo estás?
- Bien, - dijo Elena al otro lado del auricular - Te propongo un juego.
- Soy todo oidos.
- Está bien - dijo Elena - Lo creas o no, he venido a verte, así, sin avisar. Me moría de ganas de pasar esta noche contigo, pero no me atrevía a llamar al timbre sin avisarte primero, no fuera que estuvieras con alguien o simplemente que no tuvieras ganas. Así que, si quieres comprobar si te digo la verdad, tendrás que salir a buscarme, estoy en la puerta de tu casa, justo en la calle.
- Ahora mismo voy. No te creo, estás loca, jajajaja.
- Si..., loca por ti.

Carlos, sin colgar el teléfono, abrió la puerta de la calle, y no vió a nadie, así que bajó las 5 escaleras que le separaban del portal, y se asomó a la calle. Tampoco había nadie. Volvió a su casa.

- No estás - Le dijo a Elena.
- ¿Eso crees? Mientras bajabas a buscarme me he colado en tu casa. Estoy aquí dentro, contigo, pero no sabes donde. Juguemos al escondite. Tienes que decirme dónde buscas. Cada vez que pases por una habitación, mires debajo de una cama, dentro de un armario o detrás de una puerta y yo no esté, te pediré prenda, y te aseguro que puedo ser muy traviesa pidiendo.

Carlos comenzó a recorrer habitaciones con una mezcla de miedo y excitación. El primer sitio donde miró fue la suya. Ella no estaba allí.

- Frío Carlos - decía Elena - este fallo vale por que me quites la camiseta con la boca, con las manos atadas...
- Uff - resoplaba Carlos - cada vez con más ganas.

Siguió por el cuarto de baño.

- No Carlos. Por este fallo te ataré a la cama, y veré que hago contigo...

Carlos iba a explotar. Sentía un deseo intenso por encontrarla y que sus cuerpos se juntaran por fin en un abrazo pasional, y sus bocas en un beso eterno.

Siguió buscando por todas las habitaciones, durante un rato, guiado por Elena, cada vez con más pagos pendientes, cada vez con más ganas de pagarlos.

Cuando al final la encontró, en la terraza, no hubo prendas ni pagos... Sólo dos cuerpos entrelazados, unidos por la pasión y el deseo, jugando bajo las estrellas a todos los juegos del mundo, viviendo el momento, sintiendo a tope.

A las 5 de la madrugada, sin dormir, Elena arrancaba el coche para dirigirse a su trabajo, sabía que sería un Jueves duro, con sueño, cansancio y ganas de llegar a casa para descansar, pero también sabía, que no habría problema capaz de quitarle esa sonrisa de la boca que la hacía parecer tan bella.

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