miércoles, 28 de abril de 2010

Economista..., por un día.

Ya. Ya lo sé. No soy economista. De hecho, no tengo ni idea de macroeconomías, microeconomías y demás. Únicamente sé que si me entran 100 y me gasto 120, tengo un grave problema.

Aún así, maldita la falta que me hace ser enconomista. Soy española, con eso me vale, ya que como todo el mundo sabe, los españoles somos todos econimistas, analistas políticos, farmacéuticos y por supuesto entrenadores de la selección.

Así que haciendo honor a mi título recién adquirido, voy a hablar, aún sin saber, del problema número uno para mis compatriotas: el paro.

Dicen los datos que en este país hay un 20,05 % de parados, que es lo mismo que decir que de cada 1000 hay 200 sin trabajo y que además, quieren trabajar. O de cada 100 hay 20, o de cada 10 hay 2. Pues bien, en una conversación con mi padre el otro día, ambos estábamos de acuerdo de que eso es mentira cochina. Si hubiera toda esa gente sin trabajar, se montaría la de Dios.

Porque no nos engañemos, muchísima gente de los que engrosan las temidas listas, están currando de lo lindo.

Empleadas domésticas sin contrato, chapuzas a domicilio, etc. Y no digo que les vaya bien economicamente, que no. Y les tengo muchísimo respeto, que sí. Pero vamos, que sin trabajar, lo que se dice sin trabajar, no están. Porque si no, ya digo, esto sería la repera.

Y no voy a criticar. El dinero negro, la economía sumergida, favorece tanto al empresario como al trabajador. Al menos a corto plazo.

Pero en el caso de que todo eso se regularizara, las cifras serían más optimistas. Y si lo fueran, probablemente y digo sólo probablemente, la confianza de inversores y consumidores aumentaría. Y si aumentara, probablemente y digo sólo probablemente, la crisis no provocaría más crisis. Y quizás, esto dejaría de ser la pescadilla que se muerde la cola.

Las críticas con cariño, please ;)

martes, 27 de abril de 2010

Una piedra en el camino.

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Yo creo que muchas más. Creo que la piedra es como la columna del anuncio, que se mueve para mosquear al coche, la muy cerda.

Y todos tenemos nuestra piedra particular. La cuidamos, la mimamos, la arropamos por la noche y la alimentamos para que no muera, y así, nos traicionamos a nosotros mismos.

Mi piedra particular se llama ilusión. Bonito nombre, ¿verdad?

Puede parecer una chorrada decir que ilusionarse con las cosas es malo, y de hecho, puede que para muchas personas signifique justamente lo contrario, pero para mí, es horrible.

¿Por qué? Pues por una razón muy sencilla, porque tengo muy mal perder. Supongo que es una especie de orgullo tonto, que hace que hasta perder en la cosa más insignificante, me produzca un dolor que parece insuperable.

No lo es, desde luego, no es insuperable. Al final todo se supera en menos tiempo del que habíamos previsto, pero siempre me conjuro para que no me vuelva a pasar.

Y me vuelve a pasar.

Y así hasta el infinito y más allá.

En fin...

sábado, 24 de abril de 2010

SEMP

Hace un par de días me escribió una chica de la que hacía tiempo que no sabía nada. En el escrito, aparte de mandarme un beso, aludía a mi siempre energético magnetismo personal (SEMP)... Casi nada.

Oye, y yo sin enterarme que tenía SEMP.

Bueno, a decir verdad, no hace mucho, un tipo simpático intentó ligar conmigo en una fiesta y también utilizó la palabra magnetismo.

Veamos lo que dice la RAE acerca de la palabrita en cuestión.

magnetismo.

(Del lat. magnes, -ētis, imán).

1. m. Poder de atracción de la piedra imán sobre el hierro.

2. m. Propiedad de los imanes y las corrientes eléctricas de ejercer acciones a distancia, tales como atracciones y repulsiones mutuas, imanación por influencia y producción de corrientes eléctricas inducidas.

3. m. Fís. Estudio de estas propiedades.

4. m. Atractivo que alguien o algo ejerce sobre otra u otras personas o cosas.



Bien, teniendo en cuenta que no soy un imán, por lo tanto las acepciones 1, 2 y 3 quedan descartadas, resulta que tengo atractivo que ejerzo sobre otras personas o cosas.

Yo flipo.

La verdad es que si me llego a enterar antes, no me vería como me veo ahora, pero ponerse a estudiar el magnetismo personal a estas alturas..., bueno, podemos intentarlo.

Buscando por internet, encuentro lo siguiente:

Tener magnetismo es crucial para lograr la felicidad personal y profesional. Una persona magnética es alguien encantador, cautivador, inspirador, que llama la atención y se gana el afecto y el respeto quienes le rodean.

¡Ajá! Así que por lo visto soy encantadora, cautivadora, inspiradora y bla, bla, bla. Y ahora además, lo sé.

Sirva este post, para advertir a todo el que esté cerca de mí. ¡Cuidado! Puedo hacer contigo lo que quiera porque tengo SEMP. Qué-lo-se-pas.

Ainssssssssssssssssss.

miércoles, 21 de abril de 2010

21

Hoy es 21. Siempre pasa algo los 21. Hubo un tiempo, en el que yo jugaba a la primitiva todos los jueves, y siempre ponía el 21, porque era uno de mis días claves.

Bueno, no puedo decir que el día de hoy haya sido clave, pero sí que han pasado cosas.

Ha sido el primer día del mes de Abril, que me he ido del trabajo sin cumplir mi objetivo, vamos, que empezar, no ha empezado nada bien. Además, los recuerdos dolorosos que se estaban paseando por mi mente desde hace unos días, han decidido mostrarse en todo su explendor en el peor momento, quizás también porque todo sucedió un 21.

Me ha despertado de la fingida siesta una extraña llamada, que todavía no comprendo y que me resisto a explicarla por el camino más corto. Da la casualidad, de que todo comenzó un día 21.

Ya, cayendo la noche, otra llamada. Una amiga a la que también conocí un día 21 que lo está pasando muy mal. Me jode que las personas a las que quiero lo pasen mal, aunque sé que es inevitable que suceda. Busco una palabra de aliento, y reclamo algún consejo para ella, como ella lo ha hecho siempre conmigo.

Es mentira eso de que a cada cerdo le llega su san Martin. Mentira. Y mira que me jode.

La canción del día es esta:

viernes, 16 de abril de 2010

Tres eran tres

Uno, dos y tres. Tres años con sus 365 días de 24 horas son los que cumple hoy este blog. Si tenemos en cuenta que constante y disciplinada no son los adjetivos que mejor me definen, tres años no es un logro, es la medalla de oro al mérito personal.

O sería mejor decir al mérito del personal, porque sin los comentarios y las lecturas de la gente, mi timidez exhibicionista no habría importado nada.

El primero en dejar un comentario, fue un uruguayo con alma de Guadiana. El cobarde lo borró. Luego llegó más gente. Toño, nunca faltaba, por ejemplo. Sin embargo, estuve a punto de claudicar porque mis escritos no merecían sentarse al lado de la poesía de Sonia, el arte de Acróbatas o la frágil melancolía que destilan los textos de Marian.

Por aquel entonces Sonia me dijo que a escribir se aprende escribiendo, y seguí intentándolo y aprendiendo de los sorprendentes relatos de kasi-siempre, del arte teatral de Fran y de muchos que seguro me dejo en el tintero.

Hubo una temporada muy poco fructífera que se volvió de repente a escritura compulsiva cuando apareció una musa en forma de hombre y de botijo. Alhuerto trajo consigo a Katanga y a Mara Jade, y vinieron solitos Lola, Jose, Mar, Oma, y otros amigos de la liga anti-tabaco. Valientes todos. Me quito el sombrero.

Poco a poco fueron algunos desapareciendo y llegando por casualidad otros de los que aprender, como una socióloga de barra de bar, Cristal o Harry. A todos los leí, de todos aprendí.

También lectores anónimos, familia y amigos de los de verdad, de los de siempre, de los que no nacieron en internet, sino que llegaron aquí para leerme. Dicen poco, pero significan mucho.

Ahora, con el facebook, poco queda. Las lecturas disminuyen. Las suyas y las mias. Aunque aún me queda mi gran amiga Seda, paciente y artista del teclado, la bruja mayor Luji, chinche y eternamente simpática, Carpo, ingenioso y descarado en la red y más tímido en las distancias cortas, y el lector de pergaminos, vago, cobarde, socarrón, mordaz y encantador.

Javi..., si Raquel te pregunta hoy: ¿Cómo está Anabel? Dile que estoy de cumpleaños.

Brindo por todos vosotros y por los que me he dejado, mucho más.

miércoles, 14 de abril de 2010

Gris

Tengo un día gris. Y para colmo escribo esto mientras Sabina canta: "más sola que una maleta olvidada en la Gran Vía". El día está como yo, gris, plomizo. La vagancia me persigue a pesar de la lavadora por tender, la página web que terminar y el hula hopp que espera paciente a que mi cintura se mueva al son de una música pegadiza.

No sé cómo se llama, pero la dueña de "El faro", pone unos cafés perfectos. Ni fríos, ni calientes. Ni eso me anima. Tampoco lo hace el simpático jovenzuelo que recorre mi cocina a chufletazos, aunque al menos consigue arrancarme una sonrisa.

Mi correo me dice que acabo de recibir un flechazo en una página web en la que me registré y nunca utilicé. Aún así, me acerco a curiosear. Acabo curioseando demasiado.

Los visitantes de mi blog disminuyen pero son significativos. Estoy cansada de ser Cándida Edelmira, la mujer confiada, solícita, dispuesta. Harta de obligaciones auto-impuestas.

Veo el magnum en la cocina y me entran tentaciones. Quiero dormir hasta que me despierte una canción, pero tengo miedo de que no lo haga y me quede durmiendo eternamente.

Estoy gris..., en este mundo sin color. ¡Maldita sea!

lunes, 12 de abril de 2010

Si hay que ir..., se va



Tres días. Sólo faltan tres días para los tres años, pero no pienso estar hasta el día 16 sin escribir en el blog. Volveré a hacerlo entonces..., si me acuerdo.

Este post, se podría llamar: "esa cobardía", pero voy a ser un poco benevolente conmigo misma, que mirado desde una perspectiva objetiva, el resultado fue bastante decente.

La subida al Moncayo, no es especialmente difícil, sobre todo si tienes algo de práctica en senderismo, pero los elementos a veces están contra una, así que nada que objetar.

A pesar de que en el santuario se podía estar en camiseta (mejor de manga larga), y pantalón corto, cuando llegas al circo de S. Miguel hace frío. Comienzas a ver a la gente que asciende y desciende con guantes, braga, polares y pantalones de montaña y piensas: estoy haciendo el canelo.

Venga, un poco más, un poco más, y entre la falta de aire, los comentarios de los vecinos de ruta (¿dónde va en pantalón corto?) y las piernas largas del que camina a tu lado, llega un momento en el que decides que mañana será otro día.

Poquito faltó, probablemente lo más fácil, porque al final de ésas rampas, había un llano que permitía descansar antes de afrontar la última subida, pero es cierto que dicen que hay que dejar algo para volver..., para nadar en un jacuzzi, para comprar aceite y chuletón, y para "averronchar" el Moncayo.

Prometo cargar con la mochila.