domingo, 28 de octubre de 2007

Luz



Qué maravilla!!

jueves, 25 de octubre de 2007

Circular

Esta noche he visto una película. En una de las secuencias, un chico decía que había llegado a ser arquitecto porque era la profesión frustrada de su padre, así que se empeñó en que el hijo lo fuera. Seguidamente, Raul me ha preguntado que qué quería yo que fueran nuestros hijos.
Yo, la verdad, no me lo he planteado nunca. Entre los dos hemos decidido que lo que más nos gustaría es que fueran felices. Pero, esta no es una tarea fácil. ¿O sí?
¿Qué hace falta para ser feliz? ¿Un buen trabajo? ¿Dinero? ¿Amor? ¿Un poco de todo? Quizás, lo único que se necesita es sentirse bien con uno mismo. Pero ¿cómo se consigue eso? ¿Siendo buena persona? Es posible.
Entonces, ¿cómo se consigue ser una buena persona?
Hay gente para la que ser una buena persona consiste en dar todo a los demás. Para otro, eso es ser un panoli, y no necesariamente son malas personas por eso.
Hay quien puede donar cantidades inmensas de dinero a una ONG, y luego maltratar a su pareja. Hay quién puede parecer un egoísta pero no hace daño a nadie nunca.
Entonces ¿qué es ser una buena persona?
Para mí, es no hacer a los demás lo que no te gusta que te hagan a tí. Pero, ¡qué difícil es eso!
Y no es difícil porque vayamos por la vida intentando hacer daño a los otros, no, sino porque el ser humano es racional, pero también pasional. Tenemos envidias, odios, cabreos, simpatías hacia determinadas personas, y antipatías hacia otras. Tenemos buenos y malos días. Tenemos enanos en el estómago que hacen que se nos revuelva cada vez que alguien nos hace daño, y eso nos produce rencor. Hay un montón de sentimientos que son difíciles de controlar, y que aún cuando lo conseguimos, que es casi siempre porque si no nos estaríamos liando a tiros todos los días los unos contra los otros, nos queda siempre un poso de ellos. Es decir, los controlamos pero no los eliminamos.
Así, hay días, o situaciones, en los que sin saber por qué, haces a alguien lo que no te gusta que te hagan a tí. Pero, como en el fondo, estás intentando ser buena persona, acabas con un remordimiento y una sensación de culpabilidad que no te dejan vivir. Para paliar esa sensación, muchos recurrimos a la comida, otros a las adicciones, otros a la medicación. Remedios los tres que nos hacen respetarnos menos todavía e incrementan nuestra sensación de culpa. De esta forma, al no querernos ni tratarnos bien, tratamos mal al resto de la gente, y en consecuencia, dejamos de ser buenas personas.
Voy a ponerme una nota en el frigorífico que dirá lo siguiente:
Lección número uno para aprender a ser feliz:
Saber perdonarse.

domingo, 21 de octubre de 2007

21 de Octubre de 1990

Son las 7 de la tarde, y yo tengo 16 años. Suena el tiembre y mi madre contesta. Al cabo de un segundo me dice: "Ana, que bajes, que es Raul".

En el corto trayecto del segundo piso a la calle, mis pensamientos se vuelven hacia tus palabras del día anterior. "Tiene que pasar mucho tiempo para que vuelva contigo".

Ya en la calle paseamos, dices que si quiero podemos volver. Yo me lanzo a tus brazos, y te prometo que no te dejaré nunca. Realmente no lo digo en serio. No se puede esperar mucho de una pareja de enamorados cuya canción es "Déjame" de Los Secretos.

Hoy hace 17 años. No hemos vuelto a romper. Tenemos un proyecto de vida común, dos hijos y un perro.

No te diré lo feliz que soy contigo. A veces soy feliz, a veces no. A veces te adoro, a veces te odio. Sólo una frase resume lo que siento. La dijo Sabina.

"Cuando estalle la guerra estaré en la trinchera contigo"

viernes, 19 de octubre de 2007

Cultura general


Hace ya algún tiempo que leí en el Semanal, una carta de un lector que me impactó. El lector en cuestión estaba hablando con su familia - valencianos todos -, y en la conversación salió a relucir la ciudad de Zaragoza. Su sobrino de 18 años preguntó que dónde estaba esa ciudad. Alucinado, el tío le preguntó por varias ciudades españolas más, no consiguiendo el jóven ubicarlas en el mapa de España. El tío preocupado le preguntó qué narices había dicho el día que se explicaban las ciudades en el cole, y el sobrino le contestó que esas cosas ya no se estudiaban en el cole.



Una antes era muy crédula, pero ahora me estoy volviendo un tanto escéptica. Será la edad (vease entrada anterior). El caso es que después de flipar con la carta decidí que eso tenía que ser una broma de mal gusto y lo olvidé.

Al cabo de unos meses conocí a una chica - de 40 años - que no sólo no sabía dónde estaba Bilbao, sino que además, hace dos días me preguntó que dónde estaba el Ebro, río que por cierto cruza todos los días para ir a trabajar. Sentí que mi mundo se desmoronaba.

Pero hoy he recuperado la esperanza. Sobre las 9 de la noche me he puesto a hablar con David (sí, ese pedugo de 4 añitos que vive conmigo desde que decidió salir la madrugada del 2 de Agosto de 2003). Me ha contado que había un sitio donde las calles eran de agua y no se podía ir en coche ni en autobús. Yo le he preguntado que cómo viajaban, que si iban en barco, y me ha soltado que no, que van en Góndola. Todavía con la boca abierta le he dicho: David, esa ciudad se llama Venecia, ¿sabes dónde está?. Sí, me ha contestado, en Italia.

Al fin y al cabo. No todo está perdido.

martes, 16 de octubre de 2007

La subasta de palabras

SINCERIDAD HIPOCRESÍA DIGNIDAD ODIO AMOR ALEGRÍA

La primera vez que jugué a la subasta de palabras yo debía tener unos 13 o 14 años. El jueguecito de marras consistía en eso, en una subasta de palabras. Tenías 50 puntos que debías utilizar sabiamente para quedarte con las palabras que más o menos te gustaban. Pujabas por ellas y luego ponías en común la razón por la que cada uno había elegido una palabra. Algunos elegían muchas palabras por poco dinero, otros gastaban 50 puntos en una sola palabra que les gustaba mucho. Había palabras por las que nadie pujaba. A mí particularmente me encantaba la palabra SINCERIDAD, así que solía gastar toda mi fortuna de puntos en ella.

Ahora no sé si me gastaría toda mi fortuna en esa palabra. Ahora valoro más la responsabilidad, o la dignidad, o la integridad, o qué se yo. Debe ser la edad, que influye en esas cosas y en otras. Y eso que yo nunca he creido que la edad cambie la forma de pensar, a pesar de que mi padre siempre me decía algo que había oido en alguna parte: "El que no es comunista a los 20 años no tiene corazón, el que lo es a los 50 no tiene cabeza". Sigo igual, no me lo creo todavía. Además, él tiene 61 años y todavía tiene la sangre más roja que azul. Sin embargo esto debe ser como las meigas, que haberlas hailas.

Por si acaso, revisaré mi lista de palabras, no vaya ser que un día me encuentre alabando lo que nunca quise alabar y siendo lo que nunca quise ser. Sería una pena.

lunes, 15 de octubre de 2007

Pilar Ternera

Ya lo sé, soy tremendamente repetitiva, pero estoy volviendo a leer "Cien Años de Soledad", para los que no lo hayan leído todavía, ahí va un pequeño fragmento, pero merece la pena leerlo enterito.

Tenía la ropa embadurnada de fango y de vómito. Pilar Ternera, que entonces vivía solamente con sus dos hijos menores, no le hizo ninguna pregunta. Lo llevó a la cama. Le limpió la cara con un estropajo húmedo, le quitó la ropa, y luego se desnudó por completo y bajó el mosquitero para que no la vieran sus hijos si se despertaban. Se había cansado de esperar al hombre que se quedó, a los hombres que se fueron, a los incontables hombres que erraron el camino de su casa confundidos por la incertidumbre de las barajas. En la espera se le había agrietado la piel, se le habían vaciado los senos, se le había apagado el rescoldo del corazón. Buscó a Aureliano en la oscuridad, le puso la mano en el vientre y lo besó en el cuello con una ternura maternal.

viernes, 12 de octubre de 2007

Los Héroes rompen su silencio


Y yo..., que me quedé afónica de tanto gritar. Nunca me compré un disco, fui a un par de conciertos sí, pero gratuitos, sin embargo mamé sus canciones desde los 13 a los 23 años, cada sábado de marcha, cada viernes de juerga. Ayer pagué por verles, y volvería a hacerlo. Pocas veces he asistido a un montaje tan espectacular. Rock en estado puro, y recarga de pilas. Para leer mi crónica, pásate por aquí.

martes, 9 de octubre de 2007

Zacarías

Tenía 14 años y se llamaba Zacarías. Era un chico adoptado por una familia bien. Encantador, aunque con una vena macarra que hacía decir a todo el mundo aquello de "no sabemos como acabará este chico".
A los 16 años ya robaba radio casettes de los coches, atracaba farmacias y era adicto a la cocaína. Joder, era un chico encantador. A mí me decía que le gustaba que yo fuera su monitora de campamentos, porque le daba caña (por mi mala leche).
Aquel año, lo sacaron del reformatorio con medicación para el mono y la promesa de que el campamento de verano le haría bien. Teníamos que dejarle fumar (aunque no delante de los otros chicos), y darle sus medicinas. Una noche, llegó una chica gritando a la tienda de monitores. Raul, la Pi y yo, corrimos como una bala. Lo encontramos en el suelo, completamente rígido, y con convulisiones.
Mientras Amadeo conducía de noche a 100 por hora por una carretera de montaña en la que sólo se puede ir a 50, Raul, le hacía el boca boca cuando dejaba de respirar en la parte trasera de la furgoneta, y Pilar y yo corríamos a llamar al médico para avisar de que llevaban a un chico con síndrome de abstinencia. Todo pasó, pero ha sido una de las imágenes más impactantes de mi vida.
Un año o dos más tarde, lo encontramos en el barrio de Las Fuentes. De no haberlo conocído nos habríamos cambiado de acera, pero hablamos con él y lo vimos mal. Al año siguiente nos dijeron que lo habían encontrado muerto en el apartamento que compartía con su media novia yonki también. Tenía 18 años.
Hoy me he acordado de él. No sé por qué. Y me ha invadido una tremenda sensación de pena.

sábado, 6 de octubre de 2007

miércoles, 3 de octubre de 2007

Montaña Rusa

Vivo en el extremo
y a veces en el extremo opuesto.

Abro la boca
y cierro los labios.

No tengo grises
estoy de puta madre
o estoy echa una mierda.

Haciendo amigos
jodiendo planes.

Enjuagando mis lágrimas
aguantando la risa.

En paz conmigo misma
en guerra con el mundo.

Temiendo la vida
odiando la muerte.

No es de extrañar
que no me quieras
si ni yo misma me aclaro.

PD.- Un día un amigo llamado Jordi, me dijo: "¿Ana, de verdad te lo crees? Me refiero a cuando dices que tú eres muy sencilla, nada complicada..."

lunes, 1 de octubre de 2007

Ropa Tendida


De un tiempo a esta parte, nos hemos vuelto muy "de puertas para adentro". La ciudad se ha convertido en una sucesión de bloques de hormigón que no te dan ninguna pista acerca de lo que está pasando en cada uno de los hogares que los componen. Y eso me jode. Sí, porque una es de natural curiosón, y además un simple gesto de alguien en su casa, te puede dar pie a imaginar una historia, un final de algo, o un principio, o lo que quieras.

No, no soy "maruja jarrón", y además, me importa un pimiento lo que la gente haga con su vida. Pero me gusta ver las persianas arriba, esas que dejan ver a una mujer tocando el piano, a otra poniendo la mesa, o leyendo un libro.

Tampoco vamos al mercado. Casi todo lo compramos en grandes centros comerciales, porque no tenemos tiempo para ir de un lado para otro; aquí la carne, aquí el pescado, la verdura, las conservas. Vamos, que en Carrefour te lo compras todo de vez, incluso la ropa. Lo del mercado es una pena, porque había un cierto marujeo entre vecinas que se agradecía. Porque el de la verdura ya sabía cómo te gustaban los tomates, y por mil cosas más.

Pero si hay algo que realmente hecho de menos de mi niñez, es la ropa tendida. Ahora no se puede tender hacia la calle, porque es anti estético, y sin embargo, proporcionaba información muy valiosa. En alguna casa había un hincha del Real Zaragoza, y en otra una mujer llevaba la talla 110 de sujetador. En la siguiente tenían dos niños (niño y niña para ser exactos), y al vecino del quinto le debía encantar esa camiseta naranja que tanto lavaba y lavaba.

Vamos, que nos lo están poniendo difícil a los que siempre tenemos que estar pensando en algo. Habrá que indagar otra manera de buscar información.

El gato Ramón


Era gata. No entiendo muy bien por qué, pero fue bautizada como "El Gato Ramón", debe ser porque con solo nombrarla mi perrita se tenía que morir del susto. Al fin y al cabo, Nuka es un labrador retriever, y los labradores retriever de normal son bonachones, les darían el premio Nobel de la Paz de los perros y puedo asegurar que Nuka es pura raza.
El caso es que estábamos dando un paseo por Ansó, cuando de repente apareció. El Gato Ramón, se lanzó implacable contra Nuka, sin que ésta hubiera hecho nada, y por supuesto sin que a partir de entonces, hiciera nada para defenderse, salvo esconderse detrás de Raul.
Raul, el pobre, fué el más damnificado. La gata "El Gato Ramón", le arañó la pierna, y no contenta con ello, le mordió. Raul agitaba las piernas, sin conseguir que el Gato Ramón, se soltara y ante la mirada de pánico de Nuka, que se había soltado de la correa y contemplaba la escena desde lo alto de la cuesta.
El Gato Ramón había sido mamá. Se sintió amenazada, y atacó. En aquel momento no la entendí. Nuka ni había hecho nada, ni intención tenía de hacerlo. Ahora 5 años más tarde, la entiendo. Las que somos un poco Gato Ramón, sacamos las uñas cuando nos sentimos amenazadas, utilizadas o pisoteadas. Solo espero que no me pase como al Gato Ramón, y no me precipite.