Leo en el
Heraldo de Aragón de hoy, que el
Ayuntamiento de Zaragoza, pretende regular el botellón. Bueno, más que regularlo, pretende prohibirlo. Se puede estar o no de acuerdo con la prohibición, pero lo que más me llama la atención es la definición que hacen de botellón:
Reunión de personas para beber en la calle, provocando suciedad, problemas para el tráfico, para el tránsito peatonal, y molestias a los vecinos.Y leo esa definición y sólo me viene a la mente la calle Galán Bergua. Es una calle plagada de terrazas que funcionan hasta la madrugada, en la calle, que ensucia la calle (¿para qué vamos a tirar el palillo, el hueso de la oliva, o la servilleta de papel a otro sitio que no sea la calle?), genera problemas de tráfico (todo el mundo va en coche y normalmente hay hasta tercera fila para aparcar), y problemas en el tránsito peatonal (está claro), de las molestias a los vecinos ni hablo, que se lo pregunten a los de los primeros pisos.
Y como digo Galán Bergua, digo mil calles de Zaragoza. Ahora parece que yo esté en contra de las terrazas, y no es así, de hecho, soy usuaria de las terrazas, el tema es que me parece que a la definición le falta que las personas sean menores de 30 años.
Claro, como todos sabemos, los menores de 30 años son potenciales delincuentes. O delincuentes directamente, para qué vamos a andar con tonterías. Y claro, hay que prohibir. Porque como todos sabemos, la prohibición es la mejor medida inventada para solucionar los problemas... ¡Y una mierda!
El otro día sacaron un informe de la DGT en el que se llega a la conclusión de que los que menos respetan el "si bebes no conduzcas" son los "adultos responsables" de entre 35 y 45 años.
Yo no sé si hay que prohibir el botellón o no. Evidentemente cada uno cuenta la película según la ve. El otro día me decía "la de la v de vino", que unos chicos habían montado una juerga por la noche a los pies de su casa y acabó llamando a la policía por miedo a que despertaran a su hija de 3 años. Yo le pregunté si ella no hacía lo mismo de jóven, y ella confesó que hacía eso y mucho más, pero que entonces no tenía hijas a las que molestaran, y las madres de las que había también podrían haber llamado a la policía. No pude hacer otra cosa que darle la razón. Las circunstancias de cada uno, son las circunstacias de cada uno. Pero de ahí, a sacar una ley que prohiba el botellón, va un rato largo.
No tienen la misma vara de medir para unos y otros. Las cosas se arreglan con educación y no con prohibición. Y además, mal que nos pese, los adolescentes van a seguir emborrachándose, como lo hice yo, como lo hiciste tú, como lo hicieron tus padres, y como lo harán tus hijos. Unos a base de chatos de vino cosechero del abuelo, otros a base de cubatas de brugal, y otros como mejor se les ocurra.
No sé, quizás lo que se les ocurra, sea pagar por un trozo de calle, como los dueños de las terrazas, y así poder hacer el botellón legalmente.