lunes, 31 de mayo de 2010

Abre los brazos

miércoles, 26 de mayo de 2010

Lista de las 7 cosas superficiales que quiero

Porque yo lo valgo:

1.- Una casa en la playa. Pero encima de la playa, en la arena. Con unas cristaleras en el salón desde las que se pueda ver el mar y un gran porche con unas tumbonas donde tumbarse a leer a la sombra o a tomarse un mojito o a hacer meditación trascendental. Lo que sea.

2.- Un descapotable blanco. Bonito, limpio y..., poco más. Un descapotable blanco.

3.- Un IMC de 22. No quiero el de 18, no quiero ser un insecto palo, ni el de 25, toda la vida luchando para no caer en el temible mundo del sobrepeso. Con un 22 me basta y me sobra. Eso son 58 kilitos de nada. Sólo me faltan 16,5 para conseguirlo. ¡A por ello!

4.- Una Wii. Ya sé que parece poco comparado con lo anterior, pero es que me pica desde hace tiempo. Envidia cochina, ¿y qué?

5.- Un yate. Con una zona extensa para tomar el sol, pero que tenga toldo para echarlo cuando quiera. Y alguien que me lo conduzca que yo sólo quiero relajarme en él. Aunque con lo chafardera que soy, seguro que me acabaría empeñando en aprender a llevarlo.

6.- Una operación para volver a poner las tetas donde siempre han estado y de donde nunca se deberían haber ido. Que no es que estén por la cintura, pero vamos, que un poquito más arriba no estarían peor.

7.- Un fin de semana en Los Ángeles. No tengo muy claro por qué quiero esto, pero lo quierooooooooooooo.


Y vale..., de momento.

El próximo día pondré la lista de cosas importantes o no superficiales.

El que se anime a dejar comentario, que ponga sus 7 cosas superficiales, please.

De premio: mi gratitud. Qué mejor, ¿no? ;)

jueves, 20 de mayo de 2010



Me sorprende en un lugar en el que no debería correr tanto y me hace hasta levantar el pie del acelerador.

Tanto es el asombro, que hasta Sabina parece que enmudece y su Viudita se escucha como si estuviera a unos cuantos kilómetros del coche en lugar de residiendo en los altavoces.

Hacía mucho tiempo que no me pasaba. Algo muy concreto pero que no sé ni definir.

Parece que mi estómago quiere darle guerra a mi cabeza y preguntarle por qué narices hace días que he dejado de escribirte versos.

Ni ella misma lo sabe. Ni siquiera el síndrome, aquel tan usado en momentos de tensión, me hace sentarme a decir lo que pasa por mi mente, por mi cuerpo, por mis entrañas.

Será la primavera, que me hace vivir, en lugar de imaginar. Será el aburrimiento, el darme cuenta de que ya nada es nuevo, de que casi todo está vivido, está inventado.

Pero mi estómago se rebela. Y me sorpende. Y lo hace gratamente. Y yo me dejo, le dejo hacer y se lo agradezco.

Porque sólo significa una cosa...¡que estoy viva!

Y mi boca, aún sonríe, y mis ojos, aún brillan.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Estirando la ropa...

Que la crisis aprieta y no es cuestión de andar todo el día gastando.

Cuando cambiamos de talla, solemos cambiar la ropa, sobre todo si es a una talla mayor, más que nada por la imposibilidad de abrocharla o llevarla sin parecer una ristra de chorizos. Pero si el caso es el contrario, aprovechamos, aprovechamos y aprovechamos. Y luego pasa lo que pasa.

El caso es que andaba yo sobre las 10 y media de la noche metida en el coche, con mi camiseta fucsia de escote redondo, bajo la cual se ocultaba un sujetador blanco demasiado grande de tirantes que no de copa. Así que de sujetar, poquito.

Llovía a mares, y mi acompañante y una servidora estábamos decidiendo si corríamos hacia nuestro destino, o esperábamos a que parara, aunque sabíamos de antemano que la respuesta era correr.

Unos 50 metros, para ser más exactos, bajo la lluvia intensa.

Yo estoy con el guapo subido porque ayer fui a la pelu y me dejaron un flequillo muy mono, y no quería que se estropeara mi peinado, así que he corrido encorvada para que el agua me salpicara el cogote y pisando bien fuerte para que las gastadas tapas de los tacones no me hicieran caerme y montar un espectáculo gratuíto.

Cuando estaba llegando a mi destino, un joven que pasaba por allí, me ha mirado, ha sonreído, me ha vuelto a mirar y ha vuelto a sonreir.

¿Habré ligado? ha pensado mi ego, mientras iba camino de los servicios para arrodillarme bajo el secador de manos.

Allí, he comprobado la triste realidad, corriendo encorvada delante del espejo, con mi sujetador, a veces grande, a veces pequeño, y siempre imperfecto.

Todavía me estoy riendo de la visión. XD