domingo, 7 de febrero de 2010

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Fumaba. Estaba tumbada en el salón con un cigarrillo en la boca haciendo tiempo. Había escapado de él en el momento debido y él la había dejado escapar. Ahora estaba allí, desnuda, con la mente en blanco y mirando fijamente el reloj que hacía mucho tiempo que ya no marcaba las cinco y veinticinco.

¿Qué haría cuando lo apagara? Por una parte quería volver. A lo lejos escuchaba su respiración, cada vez más profunda, signo inequívoco de que él estaba cada vez más cerca de sus sueños que de la realidad, pero no sabía si soportaría su cercanía en la cama, su desnudez descarada rozándole sin querer hacerlo.

Apagó el cigarro perdiendo más tiempo que de costumbre y teniendo cuidado de hacerlo bien y permaneció un minuto más tumbada. Después, se levantó despacio, y se encaminó a la habitación lentamente, procurando no hacer ruido.

Metió las sábanas por debajo del colchón aún sabiendo que iban a volver a salirse, cómplices en una posible huída, dejando los pies libres y listos para salir corriendo, y se tumbó a su lado, dándole la espalda. Él dormía y ella intentó hacer lo mismo.

Cuando estaba a punto de conseguirlo, él puso una mano en su cintura, descendió hacia los muslos pasando por las caderas y cuando llegó a la rodilla, volvió a subir acariciando sus nalgas, y recorriendo todo el costado hasta aparcar a la altura del pecho.

Entonces ella se giró y lo miró. Dormía, sí, él dormía, y ella sonreía.

1 comentario:

Juan Castelló dijo...

Que bonito.........Tú si que sabes!
Besos con pies fríos, J.