miércoles, 16 de noviembre de 2016

Piensa, pero piensa bien

Admiro profundamente a las personas que son capaces consciente o inconscientemente de elegir los pensamientos más adecuados, aquellos que sencillamente les hacen sentir mejor. 

Yo he intentado muchas veces hacerlo y siempre he acabado haciéndolo mal, ahora bien, en cada uno de los intentos he aprendido algo.

Al principio creí que bastaba con pensar una cosa repetidas ocasiones para que al final tu pensamiento se volviera automático, como cuando un niño está aprendiendo a jugar a baloncesto y a fuerza de tirar miles y miles de veces, miles y miles de días, acaba desarrollando una técnica de tiro casi infalible. Pero los pensamientos no funcionan así, hacer que los pensamientos que son beneficiosos para tu estado de animo sean automáticos no pasa por repetírtelos muchas veces, y la razón por la que no funciona es porque no entiendes el por qué.

Posteriormente aprendí una técnica algo más avanzada, que consiste en identificar un pensamiento y ver qué emoción te produce, y si la emoción que te produce te hace daño, cambiarlo por otro pensamiento que te produjera una emoción que te hiciera sentir mejor. Por ejemplo, ante el hecho de que una persona no te conteste a un saludo puedes pensar que es una antipática o que le caes mal lo cual te genera sentimientos de tristeza e incluso ira, o puedes pensar que no te ha oído porque has hablado bajito con lo cual los sentimientos son otros que te hacen menos daño. El error que tuve en esta ocasión fue que estoy obsesionada con la búsqueda de la verdad, así que aunque yo intentara cambiar un pensamiento que me hacía daño, siempre volvía a el porque siempre buscaba la verdad, y realmente, no sabía cuál de los dos, si el automático o el alternativo era el verdadero. 

Ahora, por fin, creo que lo he entendido. El ejercicio es fantástico, solo que hay que eliminar el componente de buscar la verdad. Da igual cuál de los dos pensamientos sea el verdadero, porque probablemente ninguno de los dos sea cierto. A mi, me pasó lo de la mujer que no me contestó al saludo, no le caía mal, tampoco era antipática y el pensamiento alternativo tampoco era cierto y no, no había oído porque yo había hablado bajito, sencillamente, era sorda. La vi unos minutos después hablando mediante la lengua de signos con su acompañante. También es posible que los dos pensamientos tengan algo de verdad. Cuando hablamos de relaciones humanas, las cosas se complican más todavía, cuando intentamos adivinar lo que piensa alguien o por qué ha hecho esto o lo otro buscar la verdad es prácticamente imposible. Es posible que el pensamiento automático sea mentira, es posible que el alternativo también lo sea y por último, la persona que ha hecho esto o lo otro tampoco tenga clara la verdad de por qué ha hecho esto o lo otro, con lo cual, intentar buscar la verdad es una soberana estupidez.
Creo entonces, que la clave está en preguntarte cual de los pensamientos al analizar una situación es el que te hace sentir mejor y elegir ese. Creerte ese, sea o no sea verdad, porque lo que importa es cómo te sientes y eso sí que se puede manejar.

Ahora bien, tiene que ser un trabajo arduo, difícil y tremendamente agotador, pero creo que merece la pena intentarlo. 

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