No tengo claro qué fue antes; no sé si el vacío me condujo al silencio o al revés, si fue el silencio el que hizo que dejara de saber hacer cosas que antes eran como un juego de niños para mí.
Salgo al balcón y busco la inspiración en la luna llena o casi llena que me contempla desde su privilegiada situación, pero sigo sin encontrarla. Necesito muchos ratos como este para que todo vuelva a ser como antes.
¿Añoranza? Es posible, aunque también es posible que esa etapa en la que desnudaba mi alma por estos lares haya pasado y no vuelva jamás, es posible que ya no lo necesite, que no me aporte nada, que no me llene o que no haya nadie esperando para leerlo.
Todo esto ha pasado por mi cabeza esta mañana durante 5 segundos, mientras en el móvil de mi compañero sonaba "Cerrado por derribo". Muchas veces pensé en titular así mi última entrada y unas cuantas tuve el borrador con el título, sólo el título escrito y nada más, porque me resisto a eliminar esta parte de mí, este lugar al que siempre puedo volver cuando sienta que tengo algo que contar.
Me cuesta explicarme, expresar con palabras y sobre todo me cuesta cerrar la entrada de tal forma que quede redonda, que todo vuelva al principio, perfecto, brillante. Será porque tengo la cabeza llena de cotidianidad y vacía de palabras. A pesar de la luna.
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