Son las 4:30 de la madrugada cuando me despierta un intenso picor en el dedo índice de la mano derecha. Unos segundos más tarde, comienza el picor detrás de la rodilla, y luego, en el tobillo. Ya está aquí, un mosquito se ha colado en mi habitación, a los 5 minutos ya he contabilizado 5 picotazos.
Enciendo la luz, tengo que encontrarlo si quiero continuar durmiendo y pongo la tele a ver qué deporte ponen a esta hora.
Sandalia en riste busco por las paredes el maldito mosquito, mientras, Michael Phelps, pone cara de pocos amigos al borde de la piscina. El mundo necesita héroes. Todo el mundo está deseando que este estadounidense bata todos los records habidos y por haber en la natación. 8 medallas de oro son su objetivo, y 8 records del mundo si fuera posible. Dejo por un momento la sandalia para ver la carrera.
Michael ha vuelto a conseguirlo, un nuevo record del mundo y una nueva medalla de oro (y ya van 6). Yo también necesito un héroe. Alguien que encuentre al dichoso mosquito. De repente lo veo. Me acerco sigilosamente a él y le arreo con la sandalia. Debe ser el sueño pero fallé. Durante la carrera el mosquito me ha picado en varios sitios más. Tendré que utilizar otra técnica.
Los nadadores continúan moviéndose como peces en el agua, mientras yo me fumo un cigarro y estudio la técnica a seguir. Me voy al armario y engancho el insecticida. No veo al mosquito, tengo que extremar la atención.
Allí está, apoyado en la pared con sus patas largas. Me acerco hacia él con el insecticida preparado, pero ha debido verme por el retrovisor, o ha debido intuirme porque echa a volar como alma que lleva el diablo. Le veo volar y le sigo echando insecticida, parece borracho, ya no vuela con la misma soltura, pero le pierdo de nuevo.
Mientras, Michael escucha el himno con la mano en el corazón. Es la segunda vez de la noche que escucho el himno de USA mientras busco el cadáver del mosquito. No dormiré tranquila si no lo veo.
Al final, encuentro el cuerpo sin vida de mi rival. Son las 5:30 de la madrugada. Qué pena que mi lucha no merezca una medalla. Estaría dispuesta hasta a ponerme la mano en el corazón. Apago la luz, y cierro los ojos con la satisfacción de la victoria. Mi mundo no necesita héroes, sólo que yo siga siendo mi propia heroina.
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