viernes, 30 de diciembre de 2011

51 cosas buenas que me han pasado en el 2011

1.- No tuve traqueitis
2.- La revisión del ginecólogo salió bien.
3.- D. probó los langostinos.
4.- Las notas fueron buenas.
5.- Di la nota con los SEVEN
6.- Perdí 12 kilos.
7.- Disfruté corriendo.
8.- Escribí un mini-libro.
9.- El gordo cayó cerca de mi casa.
10.- Comí arroz con bogavante 5 veces.
11.- Estuve dos días en la playa.
12.- Conocí gente nueva.
13.- Bailé, bailé y bailé.
14.- Me reencontré con el excel.
15.- Me puse unos pantalones de la 36.
16.- Vi con mis propios ojos la acampada del 15-M.
17.- Visité el museo del Prado.
18.- Comí tarta de Hello Kitty.
19.- Vi a Olga Román cantar acompañada de Pancho Varona.
20.- Me hice una foto con Krahe.
23.- Alterné con mis compañeros de trabajo.
24.- Vendí lo mismo que en el 2010.
25.- Estuve en Cádiz.
26.- Voté.
27.- Estrené móvil.
28.- Cambié el salón.
29.- Cumplí 37.
30.- Me presenté a un concurso.
31.- Me puse unos shorts.
32.- Enseñé a nadar a L.
33.- Hice el anillo verde en bicicleta.
34.- Me comí un bocadillo de lomo a la sombra de un árbol en los galachos.
35.- Canté en un karaoke con un desconocido.
36.- Aprendí a comer cardo.
37.- Quise mucho.
38.- Me quisieron.
39.- Me vi a mi misma en un festival de rítmica aunque no fuera yo.
40.- Dije NO al menos dos veces.
41.- Me miré al espejo y me gustó lo que vi.
42.- Miré en mi interior y también me gustó.
43.- Volví a leer 100 años de soledad.
44.- Conversé sobre lo divino y lo humano un martes cualquiera.
45.- Jugué con mis hijos y con mi sobrina.
46.- Estuve en casa de mi hermana más veces que nunca.
47.- Hice un regalo sin venir a cuento.
48.- Recuperé el color natural de mi pelo.
49.- Conseguí hacer 12 flexiones seguidas.
50.- Volví a Uncastillo.
51.- Viví.

jueves, 24 de noviembre de 2011

ESCLAVA DE DOMINGO

Dudaba. No tenía claro si sentarse a su lado a ojear (que no hojear) las noticias del periódico que él leía con aparente interés, después de un desayuno más lento y largo del habitual. Los domingos eran días para disfrutar del aburrimiento, ducharse a las dos de la tarde y simplemente no hacer nada.

La tentación de romper su tranquilidad era demasiado fuerte, y en lugar de sentarse, se quedó frente a él, con una sonrisa medio pícara medio de buena chica, y sabiendo que él sabía lo que iba a pasar.

Él, impasible como siempre, continúo leyendo el periódico como si nada pasara, a pesar de que las rodillas de ella ya estaban en el suelo, y su cabeza ya reposaba tranquilamente en sus piernas. A ella, en ocasiones, le molestaba su aparente frialdad, pero en el fondo sabía que era su papel, y que conseguiría derrumbarla en el momento que quisiera.

Separó un poco el albornoz, lo suficiente para que su boca pudiera rozar lentamente sus muslos, comenzando cerca de las rodillas y subiendo lentamente hasta alcanzar el objetivo. Luchando contra la sequedad de su boca y con todo el cariño del que era capaz. Medio dormida. Medio despierta.

Buscó sus ojos, que se separaban del periódico de forma momentánea y volvían a él como si nada pasara. Pero sí que pasaba algo. Lo notaba porque aumentaba la presión dentro de su boca, haciendo que su lengua tuviera cada vez menos margen de maniobra, menos espacio para moverse libremente.

Él cerró el periódico. Ya era suyo. Ya lo había conseguido. Lo miró, traviesa, y él devolvió un suspiro que indicaba que más despacio, por favor, que todavía no, que era demasiado pronto.

Apretó sus manos contra las piernas, intentando hacer un poco de daño, y se deslizó sumisa hacia abajo. Hacia las rodillas, hacia los tobillos, hacia los empeines. Inundando todo con su saliva, recorriendo los dedos con su lengua, jugando entre los recovecos.

Él, completamente indefenso, comenzó a tocarse, y ya no hubo tiempo de más. Y ella sonrió internamente, mientras los músculos de él se tensaban, mientras fluía una riada blanca de placer, y sus puños se apretaban tan fuertes que hubieran podido hasta causar dolor.

Luego, él sonrió, se rió y la miró. Y ella no pudo más que disfrutar de la sensación de poder, y de placer, que le proporcionaba ser una esclava de domingo.

lunes, 21 de noviembre de 2011

¿Cuánto vale un escaño?


Cálculos rápidos. Perdón si no se ve muy bien, pero en plena noche electoral, y aunque todos sabemos cómo funciona la ley electoral, sigue sorprendiendo, que GBAI necesite 42372 votos para tener un escaño, y EQUO con 215125, no consiga ninguno. O que el PP necesite 58073 votos para uno de los suyos y sin embargo IU consiga uno por cada 152487 votos. 

Se dice que los partidos nacionalistas (o que se presentan sólo en determinadas circunscripciones), no quieren cambiar la ley electoral porque les perjudica, pero basta hacer unos sencillos cálculos de a qué precio se paga el escaño, para darse cuenta de que a los que menos les interesa es a los partidos grandes.

¡Curioso!

martes, 15 de noviembre de 2011

Cawen!!!

De todos es sabido que la gente se caga fundamentalmente en la leche (sobre todo Imanol Arias en "Cuéntame") y en 10 (los que no quieren cagarse en Dios, porque suena más fuerte).

Nos podríamos quedar con esas dos, pero la gente que es muy creativa se caga en cosas mucho más variadas.

En la mar.
En la mar salada.
En tu padre (o en el mío).
En todos tus muertos.
En Sos.
En la pena negra.
En el "pecao".
En San Quintín.
En todo lo que se menea.
En la puta de oros (o en el copón).
En "tó".
En la puta madre de alguien.
En Pete Sampras (juro que lo he oído)
En la blanca doble.
En tu estampa.

Y yo que hoy estoy creativa: ¡ME CAGO EN LA PRIMA DE RIESGO!

¿Y tú?

lunes, 14 de noviembre de 2011

David

Si me pinchan no sangro
si me matan no muero
si piden que te entienda
yo me niego.

Si sonríes se vienen
abajo mis tormentos
si lloras mi valor
se vuelve miedo.

Si tenerte pudiera
siendo siempre pequeño...
Temo que tengas alas
y vueles lejos

lunes, 3 de octubre de 2011

Cien horas de soledad

Por razones que no vienen a cuento en este momento pero que quizás más adelante sí que pasaré a relatar, el viernes por la tarde me vi obligada a coger de la estantería mi ejemplar de Cien años de soledad.

Lo tengo desde hace relativamente poco. Exactamente desde el 2009, cuando en un arranque de generosidad, lo compré en la FNAC de la calle Preciados para regalarlo a alguien que cumplía años. Inmediatamente me arrepentí. Devolví a mi madre el que le había robado sin que se enterara y me quedé con esta edición conmemorativa que viene un par de cosas que yo siempre había echado en falta: un árbol genealógico y un glosario.

No pensaba leerlo. Ya lo he leído 4 o 5 veces, pero cuando lo abrí por la primera página y leí aquello de "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo", ya no pude parar.

Poco a poco, y desde el viernes por la tarde hasta el domingo por la noche, fui pasando las páginas que me sorprendieron tanto la primera vez que tuve el libro en mis manos, cuando todavía era una adolescente y no entendía muchas cosas que sólo se entienden a base de cumplir años, de haber vivido situaciones y haber acumulado experiencias.

Volví a creer que existen mujeres como Úrsula Iguarán, cuya fortaleza sin límites hace que nunca falte de nada y que todo esté donde debe estar. Aunque se quejen. Aunque piensen que el mundo no trascurre en una línea continua, sino que siempre está dando vueltas y se repiten los acontecimientos. Volví a identificar a Pilar Ternera con esas mujeres cuya generosidad hace que los hombres se curen con ellas de los males de amores para terminar muriendo solas sin haberse quejado de nada. Vi de nuevo a mujeres que conozco, encarnadas en Fernanda del Carpio, siempre tan pendientes de las apariencias, de lo que piensan los demás. O a aquellas otras como Santa Sofía de la Piedad, que son como hormiguitas, siempre trabajando en silencio y que sólo se echan en falta cuando ya han desaparecido.

Siguen emocionándome determinadas frases y siguen haciéndome reír muchas otras. Me encantan las cosas gloriosas que terminan siendo trágicas: "El coronel Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los perdió todos", la cantaleta de Fernanda a Aureliano Segundo durante ¡tres páginas y media!, las frases que quedarán para la historia: "El mundo habrá acabado de joderse el día en que los hombres viajen en primera clase y la literatura en el vagón de carga", la venda negra de Amaranta, las predicciones de Melquíades, el castaño de Jose Arcadio Buendía, el encierro de Rebeca, la belleza de Remedios o las mariposas amarillas que precedían a Mauricio Babilonia.

Sigo disfrutando, pensando si no habrán cambiado el final desde la última vez, y se me sigue poniendo la carne de gallina, cuando el vendaval se lo lleva todo y leo que "las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra".

Sé que hay mucha gente, amigos, que no han podido con él, y algunos que a pesar de conseguirlo no han sido sensibles a sus encantos. Pero ¿qué queréis?, Cien años de soledad, es una novela que amas o que odias. Y yo la amo. ¡Hasta la próxima!

jueves, 29 de septiembre de 2011

Batiburrillo de jueves

Me despierto muy temprano para compartir un café con leche y una tostada, con el cuello agarrotado y una extraña sensación en la boca. La postura y el lugar, no son los más adecuados y eso me hace pasear la mala leche por toda la casa.

He debido enfadarme contigo en mis sueños, porque tengo llagas en el interior de la mejilla y en la lengua. Me las mordisqueo un poco más a modo de castigo.

Lectura de actualizaciones de blogs tumbada en la cama, con mucha pereza pero reconfortada con el café caliente. Hay gente que no logra entender cómo puedo meterme en la cama después de desayunar.

Dice la web de turno, que tenemos 12 grados y que a las tres de la tarde tendremos 30, y yo, envidio a los hombres. Ellos se ponen una camisa de manga larga que protege del frío de la mañana, pero no da excesivo calor cuando el sol aprieta.

Lo tengo decidido. Después de una breve ducha, robo una camisa porque no puedo pedirla y me calzo los vaqueros ajustados. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. No, cuatro botones desabrochados serán suficientes para darle un aire femenino y sexy sin pasarse. Los tacones y el eye liner harán el resto.

¿Qué narices hago a las 9 menos cuarto en la calle? Me falta una hora para entrar a trabajar, pero ya he salido, así que carretera y manta, y a las 9 me planto el el bar del chino Juan a tomarme un cortado (el tercero ya). Al solecito, que hace fresco, y con una revista que el Heraldo ya lo traigo leído de casa.

Me cambia el humor. El sol me recarga y entro en la oficina dispuesta a comerme el mundo. Como en el anuncio: ¡Vamos a venderlo todo!.

A la una menos cuarto ya estoy hasta las narices de todo y de todos. No sé dónde nos va a llevar esta situación. Salgo a fumarme un pitillo, y aunque no entiendo de economía me pongo a pensar en que un día un ricachón se levantó  cachondo y decidió que no era de recibo que el vecino de su prima, albañil de profesión tuviera un coche igualito que el suyo. Debió comentarlo con alguno de su misma especie y decidieron que había que aumentar las diferencias. Que ya no se notaba a simple vista quién mandaba aquí. Y montaron una crisis. Y la desmontarán cuando dejen de estar cachondos o se aburran del tema.

Decido, que en lo que me queda de mañana, dejaré de pensar y me dedicaré a lo mío. Pero nada. Termino de la misma manera y vuelvo a casa cabreada y triste. ¡Y encima tengo menestra!.

No me la como. Preparo una ensalada rápida y me voy al blog. Que si no lo suelto, reviento.

martes, 20 de septiembre de 2011

Charlando con un cabrito

Aquí estoy, un martes cualquiera. Sí, uno de esos días que suelen ser grises. Solía odiar los martes. Los martes se diferencian de los lunes en que ni siquiera tienes ganas de que empiecen. Porque un lunes te sientes con fuerza, descansada después del fin de semana deportivo en que has "disfrutado" de 4 partidos de basket, 3 carreras de motos con sus entrenamientos libres y clasificatorios incluidos, 4 partidos de tenis y un par de combates de lucha libre. Sin embargo los martes, los martes suelen ser sosos por definición.

Y sin embargo, aquí estoy. Un martes cualquiera, charlando con un cabrito. Un cabrito que no quiere pastor.

- ¿Quién es el pastor? - pregunto.
- Begue..., el pastor no existe. Todos lo buscamos. Algunos siempre y otros cuando nos interesa. Porque he de decirte, que la vida de cabrito sin pastor, no es fácil. A veces pastas y a veces no, a veces duermes caliente rodeado por la lana de tu harén de ovejas, y otras duermes en el frío de la soledad. A veces me interesa tener pastor. Me interesa el pastoreo de temporada.

Ahora ya no hablamos. Yo escribo, y el cabrito me mira. A veces. Y sonríe, y el reloj de pared parece el de la puerta del Sol un 31 de diciembre. 

- Yo no quiero pastor, Begue. Quiero ir a trepar por los riscos, aunque no deba..., un martes cualquiera. Y otras ovejas, de esas que creen que siguen a un pastor, (que ya sabes que no existen y que simplemente los buscamos porque así tenemos menos miedo), esas otra ovejas dicen que les han contado que en lo alto de aquella montaña, calienta tanto el sol que se te chamusca la lana. Y tú Begue, cuando eres cabrito sin pastor has notado el olor a quemado. O les cuentan, que un martes cualquiera, descargó una lluvia tan feroz que dicen que la hierba estaba tan fresca que sentías la nieve en la garganta- Y tú Begue, si eres cabrito sin pastor, has sufrido sus gélidos efectos.

- Y además Begue. Si eres cabrito, o carnero u oveja sin pastor, siempre vuelves a empezar. Porque no tienes miedo Begue, miento , sí lo tienes pero pueden más las ganas de descubrir otros paisajes. En los que todo es nuevo. 

- Por eso Begue no me gustan los cuadros en la pared, porque siempre puede haber quizás en el futuro, uno que debiera sustituir al primero. Porque es el que último que te ha gustado. Y sinceramente Begue. Estoy harto de pasar a pedirle prestado el taladro a mi vecino.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Volver a ser un niño...

Creo que estaba nerviosa desde la noche anterior. Ni siquiera me atreví a hacer la maleta y eso que tenía claro el contenido. Nada de tacones, pantalones vaqueros largos y cortos y un par de camisetas de tirantes (que luego siempre son dos o tres pares).

Ocho años es poco tiempo para algunas cosas y mucho tiempo para otras. A una servidora en los últimos ocho años le ha cambiado la vida por completo. Dos churumbeles, una separación, relaciones tormentosas, cambio de vivienda. Para mí, que  todo lo que iba a vivir el fin de semana pasado pertenecía a mi vida anterior.

Por la carretera y mientras conducía (por primera vez hasta ese lugar, que siempre había ido de copiloto), iba recordando mi niñez, iba ilusionándome con los campos, rememorando paseos en bicicleta y contándoles a los niños que aquí iba a su madre a merendar cuando tenía 10 o 12 años.

Por fin, tras algo más de 1 hora, apareció ante mí la imagen que veía verano tras verano, cada vez que salía de casa que por otra parte era a todas horas, y mi corazón dio un pequeño vuelco.


A partir de ese momento, todo fue fácil. Todo seguía igual. Algunos arreglos en la carretera, en la plaza, y alguna cana más en las personas. Pero el mismo Uncastillo de siempre.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

El paquete de Smint (o como darse cuenta de lo que no necesitamos para vivir)

Hay una razón, y yo diría una única razón de peso, para salir de casa un día que no te apetece nada, que además estás fastidiada del estómago y que estás tranquila y a gusto en el sofá: Te has quedado sin papel higiénico.

Ya, ya sé que hay gente que nunca se queda sin papel higiénico, ni sin tabaco. Personas previsoras. Yo no soy de ésas personas. De hecho, yo nunca llevo pañuelos de papel en el bolso, dinero en la cartera, ni un neceser pequeñito con máscara de pestañas por si las moscas.

Así que me ha tocado salir. A las 8 de la tarde y con un calor tremendo para estas fechas.

He pensado en ir hasta Mercadona, que aunque me cae un poco más lejos de casa que el Lidl, (cinco minutos más lejos para ser más exactos), tiene más artículos de higiene y así aprovechaba para comprar un par de cepillos de dientes y pasta dental que también me hacían falta.

Pero, cosas del destino, al llegar a la altura del lidel, el semáforo estaba verde para los peatones, así que he cambiado mis planes sobre la marcha.

En la puerta del lidl siempre hay alguien pidiendo limosna o vendiendo La Farola y todo el mundo pasa de largo sin mirar (yo incluida), así que eso es lo que he hecho y he entrado a comprar.

Al final, además del papel he cogido una docena de huevos, un paquete de morenazos, azúcar, dos cepillos de dientes, un tubo de pasta (de dientes), pan de molde y un paquetito de bífidus para beber de marca blanca.

Total de la cuenta: 8,04.

Como he dicho antes, nunca llevo dinero en la cartera, así que he sacado la tarjeta y el carné de identidad, toda confiada, recibiendo por respuesta un "no se puede pagar con tarjeta menos de 10 euros".

¡Horror! Una fila de escándalo, la cuenta a medio hacer, y yo que le digo a la chica que qué hago. Sin perder la paciencia me responde que o dejo la compra o entro a por algo más, y mientras valoro la situación, oigo desde la estantería de la línea de cajas un pack con dos paquetitos de smint que me llaman por mi nombre.

En medio segundo evalúo las ventajas y los inconvenientes. A ver: me ahorro volver a entrar, me doy el capricho de los smint que hace tiempo que no me doy un capricho y antes estaba enganchada a ellos, están muy baratos (dos cajas cuestan lo que antiguamente una), me encuentro mejor del estómago así que no me harán daño, además, con suerte igual alguien por la calle, me coge y me planta un beso. Todo ventajas, cero inconvenientes.

Listo, con el pack de smint, la cuenta sube a 10,98. Pago y me voy.

Cuando salía por la puerta, me ha abordado medio a gritos el chico que vendía La Farola. Negro como el tizón y flaco como un espaguetti, me ha dicho un montón de cosas que no he comprendido en 2 segundos mientras yo abría el primer paquetito de smint. Con toda la amabilidad que he podido, le he indicado que no quería el periódico y entonces, me ha pedido un caramelo.

A veces, mis manos van más rápido que mi mente, así que ni corta ni perezosa, le he plantado en la mano la caja entera, le he dicho "pa ti todo" y me he puesto a abrir la segunda caja.

Mientras la abría, y desde un ángulo no del todo bueno, observaba cómo el chico parecía pelearse con la caja, hasta que he comprendido que no tenía ni pajolera idea de cómo sacar los caramelos de allí dentro. Pero cuando he ido a explicárselo, ya estaban todos por el suelo.

Me he puesto a pensar en el tiempo en el que yo estuve enganchada a estos caramelitos. Parece que no podemos vivir sin algunas cosas, que otros sin embargo no han visto en su vida. Me hubiera dado lo mismo darle la caja a un bebé porque el resultado hubiera sido idéntico.

Como dice J., no hace falta haber estado en Nueva York para tener una idea de cómo es, sin embargo, éste chico no había estado nunca ni cerca de un artilugio parecido.

Me he marchado, eso sí, con mi paquete de smint intacto, rezando porque hubiera quedado alguno dentro de su caja y sin mirar atrás, casi segura de que los estaba recogiendo del suelo.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Aires de grandeza

Una de las actividades preferidas de mi vida, desde que tengo uso de razón, es imaginar situaciones en las que soy la protagonista absoluta de algo grande.

Por ejemplo, cuando era más joven, imaginaba la secuencia completa mediante la cual descubría vacunas para currar enfermedades para las que no había curación, o conseguía revivir a un moribundo tras un paro cardiaco, o daba un concierto multitudinario, o presentaba un programa de éxito. Vamos, que siempre he tenido aires de grandeza.

Es la primera vez que hablo de ello, porque eso de querer ser el niño en el bautizo y el muerto en el entierro, no está muy bien visto.

Con el paso de los años, me está empezando a dar un poco igual lo que piense la gente acerca de mis pretensiones, así que me atrevo a afirmar sin temor al rubor que quiero escribir un libro.

Es posible que mi prosa no sea lo suficientemente atractiva, o que mi vocabulario no sea lo suficientemente extenso. También es posible que no sea lo suficientemente creativa, e incluso que mi redacción sea algo infantil, pero aún así, quiero escribir un libro.

Ahora sólo me faltan dos cosas: el tema y la disciplina. No tengo ninguna de las dos, pero esta vez no quiero imaginar. Quiero ponerme manos a la obra.

¿Esperaré a las musas o me pillarán trabajando? Probablemente lo primero, pero que lo hago, no sé cuándo, pero lo hago, eso lo tengo más que claro.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Al otro lado

La mujer que hay al otro lado del espejo, ya no sabe quién es.

A veces cree que ha perdido su identidad. Otras, sin embargo, piensa que la está encontrando justo en este momento.

La mujer que hay al otro lado del espejo, ya no es rubia ni morena.
No es joven pero tampoco vieja.
No está gorda ni delgada.

Adora escribirse a sí misma y ha dejado de escribir para los demás.

La mujer que hay al otro lado del espejo, no se conoce a sí misma.
A veces se aburre soberanamente.
Otras, las menos, desearía que el tiempo dejara de correr.

La mujer que hay al otro lado del espejo, está confundida.
De éso, no tiene duda.

lunes, 11 de abril de 2011

La Alcagüeta






Un oasis de felicidad para las noches tristes.

No importa si es viernes, lunes o domingo. No importa si hace frío o calor. No importa si la mayor parte de la gente está en su casa durmiendo o viendo programas de call tv. Si un día raro quieres pasarlo bien, siempre te queda La Alcagüeta.

Según entras, Mati o Vanessa, o ambas, te reciben con la mejor de sus sonrisas. Igual da que lleves 4 meses sin pasarte por allí, te plantan dos besos y casi, casi te ponen la copa sin pedirla.

Las copas se pueden pagar sin echar a perder el mes, la música invita a la fiesta, y puedes pedir canciones como La revolución sexual, sin que te miren con cara extraña.

Puedes acabar cantanto rancheras a "grito pelao", un domingo a las 3 y media de la madrugada, mientras miras de soslayo el reloj pensando en las pocas horas de sueño que vas a disfrutar. Puedes conocer gente 20 años más mayor o menor que tú y compartir la fiesta sin problemas.

Allí está lo mejor de cada casa. Militares se mezclan con universitarios y cincuentones solteros. Parejas alternan con un chico de Bilbao que entra diciendo que qué se debe en el bar, que es su cumpleaños y en Bilbao se hace así, se paga todo lo del bar aunque no te conozcan. Señores respetables que miran sin complejos a las veinteañeras que lucen piernas con medias de cristal y taconazos, y un largo etcétera.

Todo ello aderezado con la sonrisa eterna de una mujer que parece que ha nacido para la hostelería, que siempre te invita a un chupito y que si hace falta te fía, porque, hija, no estás en cualquier bar, estás en La Alcagüeta.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Todo a 100

Tengo el corazón "repeinao"
Vestido de estreno, de mercadillo
con una estúpida sonrisa como de domingo
amor de baratillo, bisutería fina
sin más valor que los ojos con que lo miras
todo a cien
¡todo a cien!

Puedes pedirme la luna ¡locura!
fijo que te traigo un queso
puedes pedir mi amor, ¡ay! que dolor
al precio que está la carne
me conformo con un beso
mira
ni tu eres la princesa de este cuento
ni a besos voy a dejar de salirte rana.

Es poco lo que tengo
pero todo te lo doy
el oro de mi tiempo
pa que te hagas un reloj
la flor de mis neuronas
pa enredarlas en tu pelo
y por su puesto la luna

Hace tiempo que sé
que el mundo no es mío
ni mi hogar
paso por la vida de alquiler
de turismo sexual
si la vida es una orgía
yo voy de paja mental
tirititrantrantran
puritita fantasía
nada menos, nada más
¡todo a cien!

miércoles, 5 de enero de 2011

Queridos Reyes Magos

Ya sé lo que estaréis pensando..., ¿Qué narices hace esta mujer escribiendo la carta a los reyes, el día 5 de Enero a las 12:30?, ¿Acaso piensa que somos magos de verdad?

Y tenéis razón. Voy un poco tarde. Será porque no pensaba escribiros. Supongo que porque el que nada espera no se lleva ninguna decepción, así que...

Pero al final, me ha podido la tradición, y aunque no sea para pedir, he decidido escribir unas líneas.

El año pasado, os pedí, con bastante antelación (creo que un mes antes), salud, dinero y amor, y no sabría decir si estoy contenta con los resultados.

Alguien que me conoce mucho, siempre me decía que yo nunca estoy contenta. O tengo frío, o calor, o me muero de sueño, o son insomne. Vamos, que soy más exigente que Mr. Proper en los baños del paraíso. Y probablemente tiene razón. Yo lo llamo afán de superación. Hay quien dice que son ganas de tocar los huevos.

No obstante, si debo decir algo del 2010, diré que fue uno de los años más intensos de mi vida. En muchos sentidos. Y eso no puede ser del todo malo.

Así, queridos Reyes Magos, lo único que os pido, es que el 2011, sea como mínimo como su antecesor. No me vengáis a rebajar las expectativas, que una servidora tiene muy mal perder.

Si otro particular, - o como dirían en mi pueblo: "pos eso" -, os mando un beso.

Labegue.