Desde la habitación de al lado escucho que en la televisión ponen una película que ya he visto. Bueno, la oigo pero no la escucho. Contemplo las luces de la noche, y los libros apilados en la encimera, mientras estoy sentada en una cama apretando la mano de un chico rubio preocupado por el medio ambiente y lector compulsivo pese a su edad. Sonrío.
Es impresionante cómo se puede disfrutar de dos vidas tan diferentes. El amor se explande por los cuatro rincones de esta habitación, y no de menor manera por los de la habitación de al lado. Es tiempo de cocinar con cariño, de estresarme por memeces, de ir corriendo a todas partes, de reirme con sus diabluras, de querer sin medida.
Por otra parte, al cerrar los ojos, no puedo evitar recordar cómo se sube a los cielos mientras suena "The first, my last, my everything", de Barry White. Atrás quedaron mis tiempos de pitonisa. De vino y y siestas hasta el anochecer. Necesitaba un parón. No es conveniente correr demasiado cuando no conoces el destino.
Soy feliz. Tengo un libro que terminar, mucho amor que ofrecer y tengo a Barry White. ¿Qué más se puede pedir?
1 comentario:
tener clara
la importancia que ocupan
las personas
en nuestra vida
situar
lo vivido y colocarlo
en el lugar adecuado
todo eso es básico
para cualquiera
bien por ti
que lo has logrado
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