jueves, 25 de octubre de 2007

Circular

Esta noche he visto una película. En una de las secuencias, un chico decía que había llegado a ser arquitecto porque era la profesión frustrada de su padre, así que se empeñó en que el hijo lo fuera. Seguidamente, Raul me ha preguntado que qué quería yo que fueran nuestros hijos.
Yo, la verdad, no me lo he planteado nunca. Entre los dos hemos decidido que lo que más nos gustaría es que fueran felices. Pero, esta no es una tarea fácil. ¿O sí?
¿Qué hace falta para ser feliz? ¿Un buen trabajo? ¿Dinero? ¿Amor? ¿Un poco de todo? Quizás, lo único que se necesita es sentirse bien con uno mismo. Pero ¿cómo se consigue eso? ¿Siendo buena persona? Es posible.
Entonces, ¿cómo se consigue ser una buena persona?
Hay gente para la que ser una buena persona consiste en dar todo a los demás. Para otro, eso es ser un panoli, y no necesariamente son malas personas por eso.
Hay quien puede donar cantidades inmensas de dinero a una ONG, y luego maltratar a su pareja. Hay quién puede parecer un egoísta pero no hace daño a nadie nunca.
Entonces ¿qué es ser una buena persona?
Para mí, es no hacer a los demás lo que no te gusta que te hagan a tí. Pero, ¡qué difícil es eso!
Y no es difícil porque vayamos por la vida intentando hacer daño a los otros, no, sino porque el ser humano es racional, pero también pasional. Tenemos envidias, odios, cabreos, simpatías hacia determinadas personas, y antipatías hacia otras. Tenemos buenos y malos días. Tenemos enanos en el estómago que hacen que se nos revuelva cada vez que alguien nos hace daño, y eso nos produce rencor. Hay un montón de sentimientos que son difíciles de controlar, y que aún cuando lo conseguimos, que es casi siempre porque si no nos estaríamos liando a tiros todos los días los unos contra los otros, nos queda siempre un poso de ellos. Es decir, los controlamos pero no los eliminamos.
Así, hay días, o situaciones, en los que sin saber por qué, haces a alguien lo que no te gusta que te hagan a tí. Pero, como en el fondo, estás intentando ser buena persona, acabas con un remordimiento y una sensación de culpabilidad que no te dejan vivir. Para paliar esa sensación, muchos recurrimos a la comida, otros a las adicciones, otros a la medicación. Remedios los tres que nos hacen respetarnos menos todavía e incrementan nuestra sensación de culpa. De esta forma, al no querernos ni tratarnos bien, tratamos mal al resto de la gente, y en consecuencia, dejamos de ser buenas personas.
Voy a ponerme una nota en el frigorífico que dirá lo siguiente:
Lección número uno para aprender a ser feliz:
Saber perdonarse.

3 comentarios:

Sonia San Román dijo...

Lección número dos: amar(se), con todo lo que la palabra implica, sincera, profundamente, sin condiciones...
Un beso fuerte, fuerte.

poetabululu dijo...

Lo que está claro es que cuando hacemos daño a alguien, y somos conscientes de ello, los primeros damnificados somos nosotros mismos. Creo que no hay castigo peor que la propia conciencia, aunque busquemos medidas y mecanismos de defensa para autoconvencernos y justificar nuestas actuaciones. Posiblemente deberíamos replantearnos una mejor comunicación -y más fluída- con el objeto causante de nuestro problema, de manera que las conciencias quedaran adormecidas con las palabras igual que un bebé con una nana.
Besillo, maña!

NO SOY DE AQUI NI SOY DE ALLA dijo...

Maravillosas reflexiones. Muy complicado determinar donde esta el bien, donde el mal, donde lo normal, lo justo, lo injusto.
Pero tambien es cierto que aunque nos equivoquemos, aunque a veces hagamos a los demas lo que no queremos que nos hagan a nosotros, si somos capaces de darnos cuenta del error, de pedir perdon y de, al menos, intentar no volver a caer en lo mismo, eso nos hace un poco mejores personas que si ni siquiera lo pudiesemos reconocer.
Aprender a quererse y a respetarse a uno mismo es el mejor inicio
Besitos