Da cierto gusto pensar que una fecha en el calendario, un calendario inventado, aprendido y creído por todos, puede ser el punto de partida de muchas cosas, del cambio hacia una nueva visión de la vida.
Los muros de las redes sociales, se llenan de buenos propósitos: dejar de fumar, ir al gimnasio, no tener demasiadas expectativas, aprender a ser felices con las cosas pequeñas, dejar de quejarnos, ascender en el trabajo..., todo muy válido el día 1 de enero, todo que no habíamos comenzado a hacer ni el 31 ni el 30 ni el 29 de diciembre a pesar de que lo teníamos en mente.
Son propósitos un poco de mentira, ya que cuando alguien quiere algo lo hace el día que descubre que lo quiere, no se espera al día 1 de enero.
La mayor parte de las personas que conozco que han dejado de fumar y llevan un porrón de años, se levantaron un martes cualquiera y decidieron que no fumarían más, no esperaron a principio de año. Por esa razón, la mayor parte de los propósitos de Año Nuevo, se quedan en eso, en propósitos.
Además, para hacer la fecha más significativa, nos comemos las uvas, brindamos y bailamos y bebemos hasta el amanecer como si mañana fuera el principio de nuestra nueva vida, y con la resaca, entráramos en una suerte de iluminación divina que nos va a hacer ser con el mínimo esfuerzo la persona en la que nos queremos convertir.
Hay mucha gente que dice que a veces la mente le ha hecho un clic y entonces lo ha visto todo claro. Les envidio. A mí me cuestan las cosas mucho, necesito quererlas, creerlas, trabajarlas con perseverancia y finalmente tener suerte para conseguirlas.
No obstante, no estoy aquí para echar por tierra las perspectivas de todo el que me lea, sólo intento ser un poco objetiva, por eso, para este 2017 deseo para todo el mundo la fuerza suficiente para trabajar por lo que quieren, porque independientemente de que sus propósitos se conviertan o no en realidades, el mero hecho de intentarlo ya es satisfactorio.
¡Feliz 2017!
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