Me cuenta una amiga, entre copa y copa de vodka con red bull, que está harta de muchas cosas. Entre otras de que discriminen a sus hijos, unos mulatos guapísimos con más salero que muchos pijos redomados. Guapos, sonrientes y movidos (como todos los niños por otra parte), su único delito es ser de otra raza.
Aunque bien pensado, no estoy segura de que esa sea la razón. Quizá el que mi amiga no tenga una abultada cuenta en el banco que le permita llevar a sus hijos en limusina al colegio, tiene algo que ver.
Dice que los miran de forma diferente. Que si se ha roto algo son los primeros en los que se piensa. Y cosas de este tipo. Y a mi amiga, le duele. Porque son sus hijos, porque les ha dado la vida, porque los está viendo crecer.
Me cuenta que odia la discriminación. Esa que ve también en niños que son diferentes de otra manera. Porque son discapacitados, o hijos de padres divorciados, o porque tienen alguna enfermedad.
Y argumenta que el amor que tu sientes por un niño o una persona, que es diferente a lo "normal", te hace tener un pedacito de cielo en la tierra. En tu casa. En tu vida.
¿Quién quiere el paraíso completo en otra vida, si tienes un trozo en ésta?
Ella tiene el suyo, o eso cree, que al final es lo mismo que tenerlo.
1 comentario:
Hay que tener coraje y como dice Luz Casal, dejara atrás lo que no te pertenece y seguir adelante con los que te dan positividad en tu vida.
No lo dice así, pero siempre me ha gustado el fondo de su canción.
Dile a tu amiga que no ha de preucuparse, el problema siempre serán los otros porque los que actuan así es porque nunca serán nada.
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