Es difícil contestar a esa pregunta...
¿Por qué? No lo sé.
Supongo que tuvo una estrategia que le salió bien. Esa forma de decir cosas con la mirada y no con la boca. Supongo porque sabe dar a poquitos sin entregarlo todo..., eso, amiga, hace que siempre quieras un poco más.
Te conviertes en la abanderada de las causas perdidas, aquella que conseguirá abrir por fin aquello que fue cerrado con 7 llaves, para que ni el viento, ni la lluvia, ni las miradas ajenas erosionaran lo que había que proteger. Aunque no hay nada que hacer, nunca, amiga, porque el óxido ya se ha comido la cerradura.
Supongo que la presencia, al principio un poco molesta, después se torna en imprescindible, porque forma parte de un paisaje, de tu paisaje. No sé amiga. No sé responder.
Supongo que una sonrisa a una hora extraña, un martes cualquiera, como siempre, hace que tu soledad parezca acompañada.
No lo sé amiga.
Pero en fin. ¿Qué importa el por qué? No quiero preguntármelo. Las decepciones más grandes de esta vida me las llevé preguntando por qué. Mi mente lógica necesita respuestas y si no las tengo reacciono como una niña enrabietada. Así que es mejor no preguntar. Permanecer ignorante.
No me preguntes amiga. Simplemente, es lo que hay.
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