Haz memoria.
Trata de recordar.
Seguro que hubo un tiempo en el que sin pensarlo, te dedicaste a fluir. Como las aguas de un río que se dejan llevar por el cauce. Sin estancarse. Lo que se estanca se ensucia y hay que limpiarlo o se queda sucio para siempre, cada vez más, hasta que la naturaleza lo seca y sólo queda un rastro de porquería.
Fluye como hacías entonces.
Quizás fue cuando te enamoraste, o cuando conseguiste aquel trabajo que tanto te ilusionaba, o cuando tuviste tu primer hijo. No sabías lo que te esperaba pero te dejabas llevar.
- ¿Dónde vamos?
- No lo sé, fluye.
Y a veces salía mal, y a veces salía bien.
¿Te acuerdas?
¿Cuándo empezaste a estar pendiente de la hora que era?
¿Cuándo a mirar el tiempo que hacía?
¿Cuándo comenzaste a revisar una y otra vez el extracto de tu cuenta bancaria?
Fluye, sólo fluye.
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