viernes, 20 de junio de 2008


Está sentada en una silla de ruedas y mira al infinito.
Bueno, realmente, creo que ya no mira a ninguna parte.
Las piernas flacas, los ojos tristes.
Apenas admite la comida, se le escapa por las comisuras de los labios.
Parece un mueble más de la casa.
El caso es que cuando yo nací ya era mayor. Ya tenía 60 años, que en 1974 eran más que ahora.
Sin embargo siempre tuvo una vitalidad asombrosa. A pesar de todo lo que le tocó pasar en la vida, o quizás gracias a ello.
Hasta hace bien poco.
Primero se inventó un mundo que entremezclaba el pasado y el presente.
Ahora a medio año de cumplir los 94, ya no se inventa nada.
Esta tarde, la observaba yo, desde el sofá, y pensaba si ella pensaría.
Si se enteraría de algo o su mente estaría tan parada como su cuerpo.
No me gustaría que sufriera..., lo que le queda por vivir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo hoy he leido una cosa que me ha gustado.

Me gustaría irme tal como nací,sin enterarme.

Un beso Ana

David Grau