Ultimamente, estoy llegando a una triste conclusión.
La felicidad es directamente proporcional a tu capacidad para dejar de pensar.
Así de crudo.
Realmente, no sé si me creo esta afirmación, lo que sí que creo, es que las personas que pensamos hasta durmiendo, vemos por un lado el lado positivo de las cosas, pero también vemos el negativo, y somos incapaces de no tenerlo en cuenta.
Raul suele decirme que yo nunca estoy agusto. O tengo demasiado frío o demasiado calor, o estoy demasiado cansada o demasiado despierta. No tengo término medio. Y aunque creo que eso no es cierto del todo, porque sí hay ocasiones en las que me siento completamente agusto, un pensamiento negativo puede hacer facilmente que todo se vaya al garete.
Por eso envidio a la gente no se preocupa mucho por pensar. Hace dos días sin ir más lejos, comentaba con una amiga el precio de la gasolina. Ella extrañada, me dijo, ahh, pero ¿es que ha subido? Como yo siempre pongo 10 euros...
¡Qué felicidad!
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