Esto de procurarse la propia felicidad es realmente agotador. Debería ser una asignatura obligatoria en la escuela desde que tienes 3 años, pero claro, entonces seríamos libres, no dependeríamos de nadie ni de nada, y eso no deja de ser un poco peligroso para el sistema.
La verdad es que es mucho más fácil depender de alguien, y así poder echarle la culpa cuando algo te sale mal. Echar de menos a mamá cuando te encuentras mal, y no poder soportar que los que se encuentran a tu alrededor no te traten como una niña, desmonta todas las ilusiones en el tema de cuidar de ti misma.
Lo cierto es que hace mucho tiempo que dejé de ser una niña, pero todavía sigo buscando alguien que cuide de mí. Algunos pensarán que es falta de madurez. Yo prefiero pensar que todavía no he aprendido a hacerlo yo sola, pero que estoy en ella. Soy una luchadora nata. Llevo luchando contra mis pensamientos muchos años. A veces ganan ellos, otras, casi todas, gano yo..., aunque la batalla es dura y casi siempre quedan secuelas.
Estoy sola en la vida, todos estamos solos en la vida, aunque haya mucha gente a nuestro alrededor. Nacemos solos y morimos solos, nadie puede hacerlo por nosotros, y lo único que tenemos que esperar es nuestro propio reconocimiento, nuestra propia aceptación y que seamos nosotros los que nos cuidemos. A pesar de ello, nos pasamos media vida buscando cosas de los demás. Amigos que nos animen, parejas que nos amen y nos protejan, trabajos que nos den de comer y nos proporcionen "cosas" que acumular, porque si tenemos más, nos parece que somos más. Y cuando nos fallan, cuando no nos dan lo que necesitamos en cada momento, nos rebelamos contra ellos, pensamos que nos han engañado, que no son buenos para nosotros, que nos han traicionado.
Si no esperamos nada de nadie, ni de nada, no habrá nada que nos decepcione. Si aguantamos un dolor de muelas sin llamar a mamá para que nos consuele, si nos miramos al espejo y nos piropeamos y no esperamos a que llegue nuestra pareja a casa para decirnos lo guapas que estamos, si no necesitamos un gran coche, o una gran casa o el último artilugio tecnológico del mercado para sentir que los demás nos valoran, habremos dado un paso muy grande. Pero eso no lo enseñan en la escuela. No nos lo enseñan en casa. No nos lo cuentan cuando llegamos a este mundo. Y cuando quieres hacerlo, es duro, es difícil, es incómodo.
Y desfalleces, y lo mandas todo a la mierda, y vuelves a los viejos hábitos de echar la culpa a ese hombre que no me da lo que yo necesito, a ese trabajo en el que no te sientes valorada, a ese amigo que no te ha llamado para felicitarte. Es más sencillo, más cómodo y menos responsable.
Si nos lo hubieran enseñado en la escuela...
2 comentarios:
Me temo que en la escuela enseñan todo lo contrario. Al fin y al cabo, la función principal de la escuela es fabricar seres dependientes y lo más igualitos que sea posible.
Tendremos que ponernos las pilas en casa...
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