Son las 11 de la noche cuando salimos del Palafox. Espe, todavía con los ojos llorosos, yo, impasible, sigo siendo incapaz de llorar con una película.
Recorremos las calles de Zaragoza comentando la película y rezando entre dientes para que el chico de la zona amarilla no haya dejado un papelito en el limpiaparabrisas de mi fiat punto.
La culpa es del cambio de hora, no nos hemos dado cuenta de que aún eran las 7 de la tarde cuando hemos aparcado, porque ya era noche cerrada, así que el cine me puede salir por un pico.
Debatimos sobre comer algo o no, con sentimiento de culpabilidad, ya que debería bastar con las palomitas que nos hemos metido entre pecho y espalda mientras una mano acariciaba el pie de Hipatia cuando dormía. Aún así estamos apunto de entrar en un bar de la calle Albareda, pero yo desvío la atención de Espe diciendo que es demasiado. Que mejor un pincho en algún sitio.
Todo está cerrado, y tengo ganas de llegar al coche para respirar tranquila, cosa que hago nada más verlo. Entonces me animo -¡comamos algo!, pero no hay nada abierto, así que decidimos que el destino ha hablado y nos montamos en el coche.
Salimos por la calle Pizarro, giramos en Hernán Cortés, recorremos el Paseo de Pamplona y la Gran Vía hasta volver a girar por la calle Dato. Entonces lo vemos. Se llama "La mostaza", nombre que Espe dice que es tremendamente sugerente pero que a mí no me lo parece. Pongo el intermitente y freno más bruscamente de lo normal porque hay un sitio en la puerta, lamentando tener que dejar mi cita con Marquitos para otra ocasión.
Mientras aparco escucho los gritos del motorista de detrás, aunque no los entiendo, y veo por el espejo retrovisor cómo gesticula su acompañante.
¡Marca antes! - Gritan ambos.
¡Mantén la distancia de seguridad! - Grita Espe.
Ya en el bar y con un perrito caliente en la mano, ella me expone su teoría: La chica que iba de paquete es su señora esposa, está claro. Si hubiera sido su amante el chico tendría mejor humor. Ella sólo le hubiera regalado sonrisas. No le habría dicho lo mal que se habían portado los niños, ni le reprocharía noche tras noche sus ronquidos, ni nada por el estilo. Está claro, si hubiera sido su amante, habría tenido mucho mejor humor y no me habría gritado de esa manera.
Y de todo esto hablamos, mientras salen bocadillos en un bar lleno de hombres sólos. Hombres que cenan tarde, hombres que miran el periódico de reojo mientras mastican la hamburguesa. Hombres que en muchas ocasiones a lo largo de la historia no han sabido reconocer la sabiduría y el valor de mujeres como Hipatia. Hombres que no saben lo que se han perdido.
3 comentarios:
Paral llorar con una Peli, trata con John Q.
Para que las palomitas sean suficientes... toma mucha agua
Para que se te quiten las ganas de comer en la calle... lleva pasta dental siempre y usa el dedo como cepillo.
Para que unos gritos no te hubieran hecho mella.... hubieras ido con un amante XD
Besos bonita
Los amantes no son para ir al cine. Son para quedar a escondidas en hoteles maravillosos en el culo del mundo, donde tienes la certeza de que nadie os conocerá. Son para encerrarte en una habitación y tirar la llave y si ves una peli, que sea en la tele y desde la cama.
Los amantes no son para ir al cine. Al cine se va con los novios.
Los amantes no son para ir al cine. Son para quedar a escondidas en hoteles maravillosos en el culo del mundo, donde tienes la certeza de que nadie os conocerá. Son para encerrarte en una habitación y tirar la llave y si ves una peli, que sea en la tele y desde la cama.
Los amantes no son para ir al cine. Al cine se va con los novios.
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