¿En qué momento perdemos la inocencia?
Vivimos en nuestro mundo feliz, hasta que un día, nos encontramos desconfiando, llorando, teniendo miedo...
¿En qué momento perdemos la felicidad? ¿La tuvimos algún día?
Quizás, mientras fuimos niños. Entonces, curábamos los llantos con peta-zetas o un fresquito, y nuestras frustraciones, levantándonos y volviendo a intentarlo. Sin descanso, hasta la extenuación.
Entonces pensábamos que la vida era eterna. No sabíamos de enfermedades, muertes, injusticias, facturas, y creíamos que los malos siempre tenían pinta de malos, y que los buenos ganaban siempre.
¿En qué momento nos pega una bofetada la realidad?
No lo sé, pero muchas veces me gustaría volver a ser una niña.
6 comentarios:
A veces perdemos la inocencia muy tarde. Nos creemos mayores y debidamente preparados, confiamos en la buena voluntad y disposición de las personas, pero la vida nos depara desagradables sorpresas, y generalmente, allá donde ponemos nuestros mayores cuidados, nuestra mejor vocación, es justo donde más pronto nos sentimos traicionados. No siempre, pero sí pasa, sí.
Un besín.
¡Qué difícil responderte hoy!
A mí me encanta seguir siendo una niña en la medida de lo posible, pero sin que "los matones" lo noten porque abusan.
Un beso!
A mis treinta y diez, sigo siendo un niño grande, pillo hostias por todos lados, pero me compensa con otras cosas.
Un beso Anica!
Justo
Me encantan tus reflexiones de hoy... yo creo que en el fondo, nunca terminamos de perder la inocencia, al menos no la perdemos del todo.
Sobre todo cuando hablamos de temas del corazon, de los sentimientos, porque los sentimientos tienen el poder de enajenar un poco a la razon.
Pero es bonito conservar cierta cuota de inocencia, aunque nos demos palos por todos lados
Besitos
Supongo que no es lo mismo crecer que perder la inocencia porque yo tengo muy poquitos recuerdos de mi infancia, tuve que crecer a la fuerza... pero la inocencia no la he perdido...
No puedo estar más de acuerdo con Anita (samar k.)
un besote, guapa!!
Me han pasado cosas muy duras en la vida, como a todos, y en la actualidad, me rodean otras que son penosas ciertamente, pero yo no puedo quejarme; no me ha ido tan mal después de todo. Por eso, no he renunciado a la ilusión de crecer, de vivir, a fin de cuentas.
Lo que quiero decirte con esto, es que creo que soy un niño consciente de que la vida no es de color de rosa.
Si pudiera servirte de algo, cuenta conmigo para ese camino de "retorno a la niñez" (o para lo que tú quieras, de corazón).
Un abrazo fuerte, Ana.
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