Y sin embargo, aquí estoy. Un martes cualquiera, charlando con un cabrito. Un cabrito que no quiere pastor.
- ¿Quién es el pastor? - pregunto.
- Begue..., el pastor no existe. Todos lo buscamos. Algunos siempre y otros cuando nos interesa. Porque he de decirte, que la vida de cabrito sin pastor, no es fácil. A veces pastas y a veces no, a veces duermes caliente rodeado por la lana de tu harén de ovejas, y otras duermes en el frío de la soledad. A veces me interesa tener pastor. Me interesa el pastoreo de temporada.
Ahora ya no hablamos. Yo escribo, y el cabrito me mira. A veces. Y sonríe, y el reloj de pared parece el de la puerta del Sol un 31 de diciembre.
- Yo no quiero pastor, Begue. Quiero ir a trepar por los riscos, aunque no deba..., un martes cualquiera. Y otras ovejas, de esas que creen que siguen a un pastor, (que ya sabes que no existen y que simplemente los buscamos porque así tenemos menos miedo), esas otra ovejas dicen que les han contado que en lo alto de aquella montaña, calienta tanto el sol que se te chamusca la lana. Y tú Begue, cuando eres cabrito sin pastor has notado el olor a quemado. O les cuentan, que un martes cualquiera, descargó una lluvia tan feroz que dicen que la hierba estaba tan fresca que sentías la nieve en la garganta- Y tú Begue, si eres cabrito sin pastor, has sufrido sus gélidos efectos.
- Y además Begue. Si eres cabrito, o carnero u oveja sin pastor, siempre vuelves a empezar. Porque no tienes miedo Begue, miento , sí lo tienes pero pueden más las ganas de descubrir otros paisajes. En los que todo es nuevo.
- Por eso Begue no me gustan los cuadros en la pared, porque siempre puede haber quizás en el futuro, uno que debiera sustituir al primero. Porque es el que último que te ha gustado. Y sinceramente Begue. Estoy harto de pasar a pedirle prestado el taladro a mi vecino.
5 comentarios:
¿Pero tú tienes taladro? Deduzco que sí. O eso o no he entendido bien esto.
Elimina el párrafo del taladro (que sólo es un guiño incomprensible para casi todo el mundo), y quédate con la esencia.
El cabrito sólo quiere que un martes cualquiera pueda convertirse un día para recordar.
He cambiado el último párrafo. A lo mejor sigue sin entenderse pero bueno...
¡Jajajaja! Yo no lo entiendo, desde luego.
Pero si la esencia es que cualquier día puede ser bueno para hacer algo grande -por muy martes que sea- estoy de acuerdo con él.
No sé... Lo de pedirle el taladro al vecino me recuerda a un chiste ruso de judíos... ¡Ay, no!, que era el martillo. Bueno, en serio, qué bueno sería enfrentarse a los martes como un cabrito sin pastor, sin miedo a acabar hecho caldereta.
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