Una de las actividades preferidas de mi vida, desde que tengo uso de razón, es imaginar situaciones en las que soy la protagonista absoluta de algo grande.
Por ejemplo, cuando era más joven, imaginaba la secuencia completa mediante la cual descubría vacunas para currar enfermedades para las que no había curación, o conseguía revivir a un moribundo tras un paro cardiaco, o daba un concierto multitudinario, o presentaba un programa de éxito. Vamos, que siempre he tenido aires de grandeza.
Es la primera vez que hablo de ello, porque eso de querer ser el niño en el bautizo y el muerto en el entierro, no está muy bien visto.
Con el paso de los años, me está empezando a dar un poco igual lo que piense la gente acerca de mis pretensiones, así que me atrevo a afirmar sin temor al rubor que quiero escribir un libro.
Es posible que mi prosa no sea lo suficientemente atractiva, o que mi vocabulario no sea lo suficientemente extenso. También es posible que no sea lo suficientemente creativa, e incluso que mi redacción sea algo infantil, pero aún así, quiero escribir un libro.
Ahora sólo me faltan dos cosas: el tema y la disciplina. No tengo ninguna de las dos, pero esta vez no quiero imaginar. Quiero ponerme manos a la obra.
¿Esperaré a las musas o me pillarán trabajando? Probablemente lo primero, pero que lo hago, no sé cuándo, pero lo hago, eso lo tengo más que claro.
1 comentario:
Pasaba por aquí... Y te animo a escribir el libro. Parece que sí que tienes cualidades.
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