miércoles, 25 de abril de 2012

Círculos viciosos

Almudena tiene 72 años. A su edad y con un amago de infarto sufrido hace unos años, tiene que tomar algunas pastillas al día. Poca cosa: la del colesterol, la de la coagulación, una para controlar el azúcar y un par más. Según su renta, serán unos 18 euros al mes. No parece mucho, pero entre eso, el miedo que le han metido y que su hija se ha quedado en el paro y quiere ayudarla para que saque adelante a sus dos churumbeles, ha decidido ir a la peluquería sólo una vez al mes en lugar de una vez por semana que iba hasta ahora. Por si las moscas.

La peluquería a la que acudía semanalmente Almudena, está regentada por Gloria, una cuarentona muy bien conservada que se gana la vida dejando a las señoras guapísimas una vez por semana. Bueno, menos a Almudena. Ahora que lo pienso, no es sólo Almudena la que deja de acudir semanalmente, son unas cuantas más que espacian cada vez más su sesión de belleza, así que Gloria ha decidido dejar de desayunar todos los días en el bar de Julio. Sí, son 3 euros al día únicamente, pero si los multiplicamos por los 24 días que trabaja al mes, estamos hablando de 72 euros, que le sirven para pagar la luz del piso.

Julio cada vez hace menos tortillas de patata. Le encantaba charlar con Gloria todas las mañanas, pero ella ha dejado de ir a desayunar, la crisis le dijo el otro día cuando se la encontró en la esquina de la calle. Lo malo es que tampoco acude ya Pedro, el chico de la gestoría, así que ha Julio ha pensado que en lugar de comprar la carne en la carnicería del mercado, la comprará en Mercadona, que le sale un poco más barata, a pesar de que la presentación, la calidad y el servicio están mejor en la carnicería de Luis.

Luis está preocupado porque cada vez vende menos carne. Se levanta todos los días a las 4:30 de la madrugada para ir al merca a por el mejor género, pero cada vez compra menos para que no se le estropee. Además ha pensado que tiene que quitarse algún capricho. Por ejemplo el vino. Le encanta, pero últimamente sólo bebe agua.

Cuelgo el teléfono, después de escuchar el decimoquinto "no" consecutivo. ¿Qué le pasa a la gente? ¿Se han vuelto todos abstemios? ¿Todos están enfermos y no pueden disfrutar de una copa de vino en la comida? No, no es eso. Es mucho peor.

Que alguien le ponga freno a este círculo vicioso o nos vamos todos a la mierda.


domingo, 22 de abril de 2012

...menos la belleza


Cada día me aburren más las cantantes vestidas de niñas bien que emocionan a los demás con su aspecto lánguido y sus voces aterciopeladas.

Me cansan las baladas y las músicas lentas que no tengo con quién bailar.

No producen ningún efecto en mí las frases empalagosas de amor almibarado que no quiero que nadie me diga.

No comparto las fotos que hablan de "...si tú también conoces a alguien", o "... si tú también tienes un hermano", o "...si para ti también ser madre", en el facebook.

No escribo citas, no dibujo hadas, he dejado de usar emoticonos.

No se me llena la boca hablando de las maravillas de la maternidad, ni del amor que siento o he sentido o sienten por mí.

Cada día soy "menos mejor amiga" de alguien.

¿Me estaré volviendo la mujer de hielo?

¿O será que todo se pega?

... menos la belleza.

miércoles, 11 de abril de 2012

Mierda

Estoy metida en un laberinto que termina en una pared. En el fondo hay básicamente mierda. La mierda ensucia, huele mal e impide ver la pared blanca, limpia, reluciente. Tengo que volver, tengo que regresar al lugar dónde todo es blanco, limpio, reluciente. No soy capaz de soportar ni un minuto más este desastre, tengo que poner orden en el cajón de mi ropa interior, tengo que quitarle el polvo a los marcos de las fotos, tengo que abrillantar el suelo y echar desinfectante en el váter.

Pero no sé volver, no encuentro la salida del laberinto, se me ha roto el eye liner, y se me ha gastado la máscara de pestañas. Las bayetas están sucias y la lavadora ha dejado de centrifugar.

Si oyera una voz que me indica el camino, podría agudizar mis sentidos, desarrollar más el del oído, o dejarme llevar por el olor a limpio, olfateando como un perro sabueso.

Y por más que lo intento, siempre hay algo que me hace volver. Al fin y al cabo, no se está tan mal entre la mierda. Hay millones de cosas y personas a las que echarles la culpa por haber dejado eso tan guarro y no es necesario que lo limpie yo. A todo se acostumbra una...

Pero no, que no quiero acostumbrarme, que a mí me gusta ponerme la ropa recién planchada, me encantan las verduras al vapor, lo sencillo, lo simple, lo lógico, lo fácil. ¡Qué alguien grite desde allá fuera! ¡Qué alguien me lance una cuerda para volver! ¡Por favor! No quiero vivir aquí, está sucio y hace frío, no quiero seguir salpicado a todos los que me siguieron en el camino, ellos no se lo merecen, y lo más importante: YO no me lo merezco.

Sólo una, una última canción. Un último revolcón en el barro. Prometo que volveré. Aunque necesite ayuda, aunque todo un ejército de fregonas, escobas y ambientador a pino tengan que tirar de mí.

Pero déjame una última canción. Déjame llorar por última vez.